Iglesias procede de la inteligencia universitaria y ha forjado su práctica social y política en los movimientos sociales, generados en respuesta a las depredadoras políticas neoliberales. Desde las que ha sido impulsado, por la propia dinámica interna de esos movimientos, hasta la posición de dirección orgánica que hoy ejerce.
“Podemos” no nació como proyecto político de ningún partido político. Es, en sus orígenes, un movimiento asambleario en el que coexisten pluralidad de intereses: parados, clases medias proletarizadas, desahuciados, jóvenes, defensores de la sanidad pública y la educación…. Podría haber sido algo tan coyuntural como el “mayo francés”, pero se está consolidando al organizarse como fuerza política.
Nace sin teoría ni pensamiento político. Sin ideología. Sus dirigentes actuales elegidos por ese movimiento asambleario, ¿qué ideología tienen?, ¿cuál es su estrategia política? Iglesias apenas ha dado señales ni de su pensamiento político ni de su ideología, aunque sí de sus objetivos. No ha creado una línea de separación entre clases sino un espacio social, político e ideológico de convergencia de clases sociales, afectadas por una misma política neoliberal. Un aspecto que nos puede remitir al concepto gramsciano de “bloque histórico” (Togliatti y otros, “Gramsci y el marxismo”, Editorial Proteo, Buenos Aires, 1965). Expresión que no he oído a Iglesias.
No hace, al menos públicamente, referencias a Mao, impulsor de la “revolución cultural” y estratega de los amigos y enemigos del pueblo, a Lenin, y sus “Dos tácticas de la socialdemocracia” o “El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo” y por qué no de Castro o “El Che” o a “La crisis de la socialdemocracia” y “Huelga de masas, partido y sindicatos”, de Rosa Luxemburgo, “Historia y conciencia de clase”, de G. Lukács, o “La revolución permanente” de Trotsky,
No tiene en cuenta, al menos no los cita, a Marcuse autor de “Eros y civilización”, “El marxismo soviético” y “El hombre unidimensional” o W. Reich de “La Revolución sexual” o “La psicología de masas del fascismo”. Quienes utilizando un lenguaje freudomarxista elaboraron, con otra terminología, el proceso de socialización y dominación de los individuos, mediante la racionalización de la lógica de la dominación y la imposición de la moral dominante. En definitiva, de la conciencia de clase dominante sobre la clase dominada. Que Gramsci desarrolló, en términos políticos, en su concepto de hegemonía.
La única referencia ideológica, intelectual y política, citada por Iglesias, es la del político italiano Gramsci. Fundador del P.C. italiano, miembro de la IIIª Internacional, crítico con la degeneración estalinista, encarcelado y muerto en las mazmorras de Mussolini y arrinconado como referente intelectual durante la “guerra fría” por sus propios camaradas. Hasta que los partidos comunistas, francés y español dirigidos por el italiano, en su proceso para romper con el estalinismo, buscar un modelo propio al socialismo, la “vía parlamentaria al socialismo”, y derribar el muro que la alianza derecha-socialdemocracia, llamada en Italia “apertura a sinistra”, habían levantado contra ellos, resucitaron a Gramsci como argumento de autoridad sobre el que construir su proceso de socialdemocratización, conocido como “eurocomunismo”.
Paradójicamente, estos tres partidos prácticamente han desaparecido del mapa. El italiano totalmente. El francés sobrevive y el español expira por los pulmones de I. U. Entre otras razones, la de abandonar la lucha por la hegemonía ideológica y moral, fue una de las causas de su fracaso. No sólo renunciaron a esta lucha sino que, perdidos sus referentes ideológicos, aceptaron los de la clase dominante. Que no son otros que los de la Iglesia católica. Valores que, por su teoría del poder, de la libertad y de la función moral, amenazan los derechos y libertades individuales y la soberanía nacional.
Una Institución, la clerical, que actúa como aparato ideológico del Estado y conciencia de clase de la clase dominante. Es ella, y no el Estado, la que elabora la ideología y moral dominante. Aspecto que no valoraron ni Gramsci, ni Reich, ni Marcuse. Y que se encuentran desarrollados en algunos de mis trabajos como: “La civilización pervertida o la ética sadomasoquista cristiana”, “Clericalismo y Poder” o Libertad y Poder. Suárez: del absolutismo clerical a la crisis de la democracia. El mito del contrato social”
Iglesias parece querer repetir la experiencia eurocomunista y sin embargo acierta al apreciar la diferencia entre los años setenta y el momento actual en el que la socialdemocracia ha agotado su capacidad política e ideológica, al abandonar su seña de identidad en la defensa del Estado de bienestar. Un momento en el que el poder de las masas se ha evaporado tras macizos aparatos de burócratas, gobernantes, de jefes de partido. Contribuyendo a la despolitización y desmovilización de las masas por el hecho de estar privadas de una fuente real de participación y de control. Dejando un vacío político que Podemos trata de ocupar.
Parece claro que Iglesias tiene un triple objetivo estratégico: ocupar el espacio social y político de centro izquierda, en el que están situados los partidos socialdemócratas; transformar Podemos en un partido político que alcance una posición políticamente clave y dar la batalla por la hegemonía ideológica y moral entre los partidos de izquierda. Sólo por plantear esta batalla ideológica, abandonada por las izquierdas tradicionales, “Podemos”, tiene una razón de existir.
Pero para organizar y consolidar estos objetivos necesita transformar “Podemos” en un partido político. De ahí que el recurso a Gramsci le venga oportunamente para interpretar el concepto de hegemonía, en términos parciales, de intelectual orgánico. El partido como intelectual orgánico es el instrumento de elaboración de una línea política, ideológica y moral y portador de una teoría revolucionaria con un papel educador y guía del proletariado- del pueblo, según Iglesias- para luchar contra la ideología burguesa en tanto que ideología de la clase dominante. Está por ver de qué manera “Podemos” es capaz de transformarse en una guía política e ideológica y moral para la homogeneización, dirección, acción, y participación en la política. Sin esa metamorfosis el proyecto “Podemos” podría disolverse desintegrándose en sus propios orígenes asamblearios.
Junto con este objetivo organizativo, los objetivos políticos y sociales de Iglesias y su equipo son los mismos que los que tradicionalmente ha defendido la socialdemocracia: la defensa del Estado de bienestar. Según escribe Iglesias, citando a Zapatero, en el artículo “La centralidad no es el centro”, Público, 20 abril, 2015 :
“…mientras la socialdemocracia no ponga encima de la mesa un modelo alternativo a los fundamentos básicos de la visión económica dominante en las últimas décadas, las políticas que expresan el significado de las ideas e ideales progresistas seguirán teniendo, como una de sus principales señas de identidad, la política de redistribución del gasto público y la preocupación por reforzar la red de derechos sociales. Si esta ambición dejase de ser la columna vertebral de un proyecto socialdemócrata le quedaría a este muy poco de su razón de ser. Es más, que el Estado de bienestar o el Estado social dejase de formar parte del corazón europeo sería una refutación histórica de la razón fundacional de la propia Unión”.
El tercer objetivo del que habla Iglesias es el de hegemonía ideológica y moral. “En la obra de Gramsci, dice Macciocchi, la misma palabra hegemonía designa, por un lado, las formas de dominación ideológica e institucional de la burguesía en el Estado capitalista y, por otro, el aspecto antagónico, es decir, el complejo orgánico que, por ser la clase obrera la fuerza dirigente de la lucha contra el Estado burgués, unifica sobre la base de un consenso las formas de lucha y las formas de combate ideológico, capaces de transformar la concepción del mundo y, por tanto, de adquirir una nueva hegemonía, basada, al mismo tiempo en un bloque histórico……y, en consecuencia, realice la hegemonía ideológica aún antes de apoderare del poder y de la dirección del aparato de Estado”( M.A. Macciocchi, “Gramsci y la revolución de occidente” Siglo XXI Editores, Madrid, 1976, pg. 18).
Pasando de la estrategia a su aplicación táctica o guerra de movimientos y posiciones, en el panorama de desplome del bipartidismo y su sustitución por el pluripartidismo, la hegemonía política de un partido, en este caso de “Podemos”, no dependerá tanto de que alcance una mayoría social o electoral, algo que aún parece pronto, como de su capacidad para establecer alianzas y acuerdos con las demás fuerzas políticas, residuales o no pero necesarias. La debilidad de todas al fuerzas políticas hace posible todo tipo de acuerdos políticos y que una de ellas alcance una posición políticamente hegemónica. Y sobre todo, de vanguardia ideológica y moral. Sería un “bloque histórico” a la manera de Gramsci.
En este nuevo panorama político, “Podemos” tendría más capacidad de jugar un papel hegemónico que el PSOE, porque en ese juego de guerra dialéctica de movimientos, defensiva y ofensiva, (Gramsci, A., Antología, Editorial Siglo XXI, Madrid, 1974) como gramscianamente le gusta citar a Iglesias, se encontrará en condiciones de poner condiciones a todos los demás. No sólo a los socialistas. Y gobernar, en términos gramscianos, no pasa necesariamente en cualquier situación por estar en el gobierno sino dirigirlo desde la oposición. La Esquerra Republicana de Catalunya está aplicando esta política. Sólo que sin haberle dado contenido social. Por lo que no avanza socialmente.
Si el PSOE consensuara con el PP una alianza para mantener el bipartidismo, renunciaría a su propio espacio social. Lo que más beneficiaría a Podemos y los movimientos sociales, en esa dialéctica de movimientos tácticos, sería empujar al PSOE a que consensuara su salvación, la del bipartidismo, con el PP. En ese momento, dejaría todo su espacio social de izquierdas vacío.
Incluso, si maniobrara hacia Podemos para recuperarse, lo haría desde una posición de debilidad ideológica, concediendo a Iglesias y su formación una posición hegemónica. Más aún cuando el problema del PSOE es que no puede rectificar, ya que su discurso propagandístico entra en contradicción con su práctica política. Debe tenerse en cuenta que el PSOE es un aparato político integrado en el Estado capitalista del que no puede desprenderse porque vive de él.
En otras palabras, el PSOE es un fin en sí mismo porque en él y de él viven sus militantes y su clase política. Esta dependencia estructural de los socialistas en el Estado es su mayor debilidad. En este contexto, la capacidad de hegemonía de Iglesias y su equipo y en conjunto de “Podemos” dependerá de que sepan desplegar su capacidad de iniciativa en la negociación y en la defensa de sus objetivos. Y mantener constantemente informados a los ciudadanos y a sus bases.
Si Podemos se prepara para estar en condiciones de gobernar desde una posición políticamente hegemónica y dar la batalla ideológica y moral, es porque los partidos tradicionales, corruptos y neoliberales, ya no pueden seguir gobernando. Por lo tanto, lo que necesitamos es conocer qué políticas diarias, homogéneas y transparentes van a poner en práctica para poder aplicar sus programas. ¿Han pensado en la conveniencia de exportar su modelo a los demás países europeos?
La tarea, no obstante, será muy difícil porque el Capitalismo necesita de la socialdemocracia para imponer sus políticas neoliberales. En ausencia de “guerra fría”, perdido el miedo a la revolución social, el neoliberalismo se ha propuesto imponer en Europa el modelo de vida norteamericano, sobre las ruinas del Estado de bienestar. La imposición del tratado comercial TTIP tiene como uno de sus objetivos desmantelarlo. Movilizar a los ciudadanos europeos contra este tratado es cuestión de vida o muerte. Por qué callan los socialistas.
Ciertamente, a diferencia de Gramsci, Iglesias no se ha propuesto como objetivo la conquista del Estado, sino la ocupación del espacio socialdemócrata para, agotado el PSOE en su propia retórica, defender, consolidar y expansionar la Sociedad de bienestar.
Javier Fisac Seco