Recuerdo patente un medio día que regresaba a la casa después del colegio cuando estaba estudiando la primaria, en el camino me agarré a trompadas con unos patojos y llegué a la casa toda despeltrada y con el ruedo del uniforme deshilado. Mi pobre madre a la que le resulté la hija indomable, me preguntó desahuciada: ¿y ahora con quién te peleaste? Con unos patojos del colegio que me dijeron hija de la gran puta, y yo no voy a permitir que nadie te insulte. Me agarró y me dijo: metéte en la cabeza que todas las mujeres somos putas y no es para nada un insulto. Desde ese día dejé de ver lo de puta como una ofensa.
Hace unos años fuimos con unas amigas a un bar y mientras disfrutábamos de unas bebidas se acercó un don Juan y conversamos muy amenamente resultó ser gitano y que leía las manos, pues a aquellas les dijo que llegarían a abuelitas y que morirían asomando a los noventa años, en cambio a mí me vio la palma de la mano y me dijo con toda la seriedad del caso: usted es una puta. Mis amigas por poco se ahogan con la bebida al escuchar semejante afirmación. Yo muy tranquila le contesté, eso ya lo sabía lo que quiero es que me diga algo que no sepa. Todos llorábamos de la risa. Me dijo entonces que moriría de un infarto al corazón antes de los 45 años. Me quedan diez para seguir jodiendo la pita.
La otra vez conversando con unos pintores que recién me acaban de presentar salió a colación el asunto de la marihuana y yo les dije que quería probarla, uno de ellos me dijo que con mucho gusto un día nos reuníamos y nos pegábamos la de nuestras vidas, otro no muy me creyó que yo jamás había probado a motearme, me dijo: no me lo tome a mal pero no le creo que no se drogue, ¿por qué? Porque se le nota…¿Qué se me nota, lo puta me va a decir? Comenzó a reír a carcajadas y me dijo sí, no se lo quería decir así pero es cierto se le nota lo sexual. ¿Y eso qué tiene que ver con la droga? -Le dije-. Todas las mujeres somos putas, que unas se hagan las santas es otra cosa.
Me regresé a la casa pensando en el contexto social que tiene esta palabra. El otro día vi en las noticias que violaron y asesinaron a una niña de 13 años “porque era puta”. Los adolescentes que lo hicieron tenían entre 16 y 17 años, fueron 4, la violaron varias veces vaginal y anal y la asfixiaron, la dejaron tirada en un barranco, cuando la policía logró dar con ellos en las declaraciones dijeron que la violaron por puta, porque se vestía con minifaldas.
Leía un artículo que hablaba de la II Guerra Mundial, ahí se explicaba que los soldados aliados violaron a más de un millón de mujeres y niñas alemanas y que nacieron miles de niños a consecuencia.
En el documental La Guerra Contra las Mujeres, están los testimonios de 20 mujeres de diferentes edades y nacionalidades, son desgarradores, en éste se denuncia las constantes violaciones que viven las mujeres en el ámbito social del Conflicto Armado. Bosnia, Uganda, Ruanda y Serbia, son las nacionalidades de once mujeres que relatan la tragedia que vivieron. El tiempo y las circunstancias de estas guerras no cambian el abuso que vivieron ellas como mujeres.
En las estaciones de tren de Estados Unidos, todos los días abusan sexualmente de niñas, adolescentes y mujeres, la policía ya lo toma como cosa normal y de igual manera los medios de comunicación, la noticia la dan sin la menor importancia, casi por llenar el espacio de tiempo al aire nada más.
La estudiante de la Universidad Columbia, que fue abusada sexualmente dentro del campus, que denunció y que las autoridades de la universidad desestimaron su denuncia y de igual manera las autoridades del Estado, optó por arrastrar un colchón durante meses y fue su forma de manifestar la injusticia que había vivido, pues hace unos días llevó también el mismo colchón a su acto de graduación. Varias amigas la ayudaron. Las autoridades de la universidad y el público la tacharon de loca.
Como un escándalo de santurrones y feministas fue referida la denuncia que hicieron varios sectores en pro de la niñez y de los Derechos Humanos contra el concurso “Miss Tanguita” en Colombia. Ahí murió la flor. Seguramente seguirá realizándose año con año si la sociedad no se pronuncia y las niñas serán expuestas como carne fresca a la lasciva de los machos alfa hijos legítimos del patriarcado abusador y que no nos sorprenda de saber de violaciones sexuales y feminicidios en torno a este concurso.
Un informe del Gobierno de Colombia y de las FARC afirma soldados de Estados Unidos violaron 54 niñas colombianas entre 2003 y 2007 y que vendieron los videos a la industria de la pornografía.
En el programa periodístico de Univisión Aquí y Ahora, hace unas semanas presentaron un especial con la denuncia de las fiestas sexuales que tenía la DEA con “prostitutas de narcotraficantes” en Colombia. En un contexto absolutamente sexista denigrando a las trabajadoras sexuales y colocando de victimas a los agentes de la DEA. Para nada vino una denuncia de la trata de niñas, adolescentes y mujeres para explotación sexual.
Para noviembre del año pasado recibí un correo electrónico de un docente de una universidad, tenía el título, “felicidades en su día.” Tenía destinatarios masivos. Y solo fue enviado a mujeres. Cuando leí de qué se trataba el texto vi que era referente al Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. ¿Felicidades en su día? ¿Acaso hay que sentir felicidad al hablar de la violencia de género? ¿Por qué enviarlo solo a mujeres? Así sucede con el Día Internacional de la Mujer, a los eventos que he asistido por lo general solo van mujeres, porque los hombres dicen que ese día las mujeres se lo deben celebrar a ellas mismas, que ahí ellos no tienen nada que ver.
En Colombia el 25 de mayo fue el Día por la Dignidad de las Víctimas de Violencia Sexual. El Decreto fue una medida de reparación para la periodista Jineth Bedoya y también para las víctimas de violencia sexual. La periodista en el año 2000 mientras realizaba una investigación fue secuestrada y violada por tres paramilitares. Nueve años después ella decidió dar su testimonio públicamente y lideró la campaña “No es Hora de Callar.”
En Argentina está en auge la campaña “Ni Una Menos.” Que ha llenado de manifestaciones las plazas del país este 3 de junio exigiendo un alto a los feminicidios. En la campaña participaron, artistas, políticos, defensores de Derechos Humanos y la propia presidenta Cristina.
En México los feminicidos triplican a diario la cantidad de los 43 estudiantes desparecidos de Ayotnizinapa, sin embargo no hay campaña ni nacional ni a nivel internacional que les de luz. Los medios no cubren estas noticias que son ya notas rojas que no tienen importancia. Ahí van las locas, les dicen a las mujeres aguerridas que salen a manifestar el repudio a esta violencia que va en auge y sin miras de desaparecer. Como puta ha sido tachada la periodista Lydia Cacho que también sufrió tortura y violencia sexual por parte del gobierno de México. Hace unos días la adolescente Yakuri Rubio fue declarada no culpable del homicidio de su violador. Sin embargo la clase conservadora y religiosa en México la señalan como culpable de su violación y del asesinato. Le dicen puta.
En Guatemala manifestaciones masivas por el alto a la corrupción pero ni una sola por el alto a los feminicidios que ya tiene un número galán de víctimas que terminan siendo casos guardados en los archivos muertos del Ministerio Público.
Las niñas, adolescentes y mujeres migrantes que viajan sin documentos, en todas las fronteras del mundo son la carnada, las abusan una y otra vez y no hay forma de denunciarlo porque de las categorías en las que se etiquetan los seres humanos, los Derechos Humanos y las vidas de ellas no cuentan.
¿Cuántos de nosotros hemos escuchado la expresión, “eso le pasó por puta”? ¿Cuántos la hemos repetido?
Y mi pregunta es, ¿qué sucedería si las putas fueran nuestras? Es decir si las víctimas de violencia sexual fueran nuestras hermanas, amigas, hijas, cuñadas, compañeras de trabajo, madres. ¿Seguiríamos descalificándolas y con esto restarle culpabilidad al agresor? ¿Y si el agresor fuera nuestro hermano, papá, amigo, cuñado, abuelo, compañero de trabajo? ¿Solaparíamos la agresión? ¿Por qué no actuamos ya? ¿Por qué tiene que haber un lazo de sangre o afectivo para enterarnos de que la violación es un delito y tiene que ser castigado? ¿Por qué lo que hacen desconocidos, lo que les sucede a desconocidas no nos indigna igual?
Anoche me acosté pensando en el contexto sociopolítico y cultural que tiene la palabra puta. Más allá del contexto sexual que es el obvio.
Por ahí leía una frase que decía: “las mujeres decidimos cuándo, dónde y por dónde.” ¿Por qué los hombres no son capaces de respetarlo?
Ilka Oliva Corado
Twitter: @ilkaolivacorado