El poder quiere imponer por todos los medios legales a su alcance, que los aficionados se mantengan en silencio en los estadios de fútbol, mientras se escucha el himno nacional. Y sobre todo si está presente el Rey de España. No obstante y pese a las amenazas más o menos veladas, la evidencia nos dice que no se ha conseguido reprimir la libertad de expresión de los aficionados vascos y catalanes en el Nou camp.
En mi opinión es más sensato analizar los motivos de la protesta, en lugar de buscar la forma de sancionar tal conducta colectiva. Por mucho que busque violencia el Comité Antiviolencia, atronar las notas de la Marcha Real por 95000 aficionados aunque no todos tuvieran silbato, no constituye un hecho violento. Puede ser una falta de respeto a los símbolos que teóricamente representan a todos. Ahí está la clave de la pitada.
Los conceptos: patria, nación, bandera, himno y colores, no son asumidos del mismo modo por todos los ciudadanos que conviven en un mismo entorno geográfico y formando una misma unidad política. En nuestro caso España. En otros países de nuestro entorno donde no hay reivindicaciones de autodeterminación, todos los símbolos que representan la unanimidad aunque sea relativa, son aceptados por la mayoría.
Aunque la Constitución Española de 1978 dejo todos estos conceptos atados y bien atados legalmente, las emociones, el arraigo a un territorio, la lengua materna, la cultura y las tradiciones, no entienden de preceptos legales. No podemos olvidar los hechos que nos han traído hasta el siglo XXI. En 1936 había en España una República legítimamente constituida, que proyectaba canalizar estos conceptos arrastrados sin resolver de antaño.
El Estado de Derecho fue quebrado provocando una Guerra Civil, que al final del enfrentamiento fratricida, los vencedores impusieron una férrea dictadura; administrando el país como si de un botín de guerra se tratara. El Estado de Excepción mantuvo la ausencia del Estado de Derecho desde 1936 hasta 1978. Los gobernantes vencedores impusieron a los vencidos venidos de la clandestinidad, del exilio o de las cárceles, un texto constitucional que de ninguna manera interpretaba los conceptos antes citados bajo el prisma del pueblo, sino del consenso emergente haciendo la voluntad del pueblo sin contar con el pueblo. Los símbolos que representan sentimientos y emociones se encorsetaron en un texto legal; elevando al rango de dogma lo que es simplemente un concepto mutante con el tiempo y el espacio.
La terquedad que actualmente padecen la mayoría de los políticos, que son ciegos, sordos y mudos, evocan una legalidad con rango de dogma teológico, basados en añejos y ancestrales lemas muy rimbombantes pero vacios de contenido en 2015. DIOS, PATRIA Y REY. O el lema de los Reyes Católicos UNA GRANDE Y LIBRE.
Si una vez fallecido el sátrapa, en vez de rehacer el edificio con las miserias históricas impuestas por el Ejército, la Iglesia y los fascistas de Falange Española, el pueblo hubiera sido llamado a decidir, todos los conceptos que su significación ahora viene impuesta, disfrutaríamos de un país donde se viviría en la verdad y no en la mentira. Portugal después de la Revolución de los Claveles, se creó un nuevo Estado. En Grecia después de la Dictadura de los Coroneles, el pueblo optó por la República. En España sigue habiendo una situación fratricida, las dos Españas, la caínica y la otra. La reconciliación no ha sido posible.
Los ciudadanos que viven en la geografía española, sin embargo, lejos de sentirse españoles, se consideran vascos, catalanes, gallegos, valencianos u otra comunidad histórica. El dogma de la unidad nacional impide que su territorio sea una Nación, y España una Nación de Naciones. Durante la dictadura se prohibió hablar a los ciudadanos en su lengua materna, pero los diferentes estatutos sacaron de la clandestinidad de las familias la lengua materna y la situaron como lengua oficial. No sin oposición de los nacionales que desprecian las lenguas vernáculas a favor de la que sirvió para invadir el uso personal de su propia lengua.
Referente a la bandera nacional no es necesario pertenecer a una autonomía histórica para poner en duda la falta de unanimidad entre los españoles. Se encuentran más representados por la bandera local que por la insignia nacional. Y sin embrago los españoles se identifican mucho más con la roja. El fútbol ha logrado lo que están lejos de conseguir los políticos. El dogma que La Casta quiere imponer por ley, el pueblo manifiesta sus sentimientos rechazando sus símbolos. La monarquía es cuestionada porque es una institución anacrónica que se escapa al control democrático del pueblo. La bandera simboliza la instauración de los Borbones como testamento del dictador y nunca provocó mucho arrebato popular. El concepto patria y nación van unidos y dogmáticamente encriptados en el concepto España.
Esta reflexión que en palabras del terco, parco y torpe Rajoy sería un razonamiento de sentido común, sin embargo, los políticos venidos de la dictadura y los llegados de la democracia, no están dispuestos a modificar la Constitución Española aunque esté hecha y pueda modificarse por hombres, sino que pareciera que es de origen divino como lo es la misma naturaleza de la monarquía.
Las generaciones que nacieron con el régimen del 78 no comprenden estos residuos franquistas y del nacional-catolicismo.
Pedro Taracena
Fuente: Blog del autor