Debo reconocer que mi capacidad de asombro lejos de tener un límite es infinita, tanto como el universo que se prolonga más allá de agujero negro cósmico. Siempre he pensado que las personas nos indignamos ante la mentira, incluso ante las más pueriles e insignificantes. Que cuando toca la vida, el pan, el techo o el futuro de nuestros hijos cogemos un cabreo monumental, siendo capaces de comernos a Dios por los pies y si además nos roban la cartera entonces apaga y vámonos.
Está claro que la losa del Valle de los Caídos no reposa sobre pilares de mármol ensangrentado, que también, sino sobre nuestros cerebros de dóciles moruecos, capaces de balar enfurecidos pero que cuando tienen la oportunidad de enfrentarse al lobo o al pastor se convierten en mansos corderitos y hacen aquello que espera de ellos, ir directos al matadero, dejar que les sigan mintiendo, diciéndoles que el lobo y el pastor va a proteger el rebaño y que lo están haciendo con eficacia, cuando delante de sus hocicos pueden contemplar como se comen los corderos más tiernos.
¿Dónde esa furia española?
El domingo, los nietos de aquellos bravos milicianos que se enfrentaron a los parásitos y a las hordas sanguinarias de hienas y buitres, irán como resignados borregos a meter la papeleta en la urna y votaran a quienes les están robando hasta la dignidad…
Y el lunes, nadie habrá votado a ladrones, ni criminales, nadie hablará bien de los parásitos que le chupan la sangre, nadie, y bramarán contra la injusticia, pondrán el grito en el cielo…, hasta la próxima convocatoria electoral, en la cual de nuevo cerraremos los ojos, nos taparemos la nariz y votaremos a nuestros verdugos.
Cabe la posibilidad que sabiendo que tenemos la llave tengamos el valor de abrir la puerta, agarrar un martillo y romper la pesada losa del miedo para siempre...
Paco Arenas
Fuente: España por la República