La perversión del bipartidismo perfecto británico genera situaciones electorales esperpénticas. Un triunfo electoral, a pesar de ser rechazado por las 2/3 partes de la población, que no se corresponde con un éxito en política económica y social o lo que es lo mismo, una minoría, la tercera parte, puede ganar unas elecciones e imponer a la mayoría, las 2/3 parte, su política económica, que sólo beneficia a las clases altas y a la oligarquía. ¿Cómo es posible este engendro?
En el Reino Unido, según su proceso electoral, una tercera parte del electorado puede gobernar por mayoría e incluso, en el Parlamento, sólo podría estar representada y presente esa tercera parte, la de un solo partido, los conservadores por ejemplo.
Los demás partidos, las dos terceras partes de los electores, al no haber conseguido mayoría en ninguno de los distritos electorales y aún quedando a un voto de diferencia, por ejemplo, un partido saca 5.000 votos y el segundo 4.999, estos electores no estarán representados en el Parlamento. Sólo el que ha sacado más. Ciertamente, los otros partidos también sacan diputados, incluso los laboristas puedan ganar y han ganado elecciones, pero el problema sigue siendo el mismo: que la tarta se la comen entre dos y que minorías gobiernan a las mayorías.
Es un Parlamento no representativo porque en muchísimas ciudades y distritos, la mayoría de los habitantes no tendrán representación, a pesar de tener casi los mismos votos. En la práctica es como si la mayoría de los ingleses carecieran del derecho a voto, porque aunque técnicamente votan, su voto no sirve para nada. Es una farsa electoral. Creada por la derecha, que elegantemente se llaman conservadores, y una llamada izquierda capitalista reformista, el laborismo, que nunca ha sido capaz de identificarse con una ideología progresista.
Por su práctica reformista, por su nacionalismo y por ser casi tan tradicionalista como la aristocracia. El Reino Unido es un país muy conservador. En su clase política y sus clases medias. Aunque dinámico en su base social, que está técnicamente desplazada de poder participar en el Poder británico. El bipartidismo es la mayor perversión de la democracia porque se creó para impedir toda posibilidad de que fuerzas políticas no tradicionalistas pudieran conquistar electoralmente el Parlamento y utilizar la ley para transformar progresistamente las leyes.
Este sistema electoral fue creado tras la IIª Guerra Mundial, teniendo muy en cuenta la experiencia, anterior a esta guerra, de los “frentes populares” y del apoyo social que los comunistas, y entonces los socialistas más radicales, tuvieron y que les llevó al Poder. Se trata de impedir, precisamente, que pueda ocurrir este fenómeno social. Además de conservar el anacronismo antidemocrático de una segunda Cámara aristocrática que vigila al Parlamento. Un sistema rancio sostenido por los más rancios para obstruir toda posibilidad de cambio radical. En lo que son expertas las clases dominantes inglesas desde que aprobaron su “Carta Magna”, allá por la Edad Media.
Que la derecha española no se haga ilusiones sobre el resultado electoral de la anacrónica derecha británica, histórica e ideológicamente tan rancia como el franquismo sociológico, pero con más solera aristocrática que la de aquí, porque en Inglaterra los conservadores van a gobernar con mayoría absoluta representando solamente a la tercera parte de los electores votantes. Con el 35% de los votos en España no puede gobernar nadie sólo y sin alianzas.
Que no se hagan ilusiones porque ganar con el 35% significa que la política conservadora ha sido rechazada por el 65% de los electores, más la abstención. Ese 65% de ciudadanos que no podrá hacer, nunca, una revolución en el Parlamento, pero sí desde las calles. En definitiva, es lo que está ocurriendo en España que millones de ciudadanos que no se sentían representados por las fuerzas políticas se han movilizado generando en su dinámica el fenómeno Podemos. En Inglaterra no ha ocurrido esto.
El gobierno británico está imponiendo, contra el 65% de sus ciudadanos, la política de miseria que empiezan a recordarnos los orígenes de la revolución industrial en Inglaterra. Para saber lo que fue eso, recomiendo la lectura del capítulo XXIV de El Capital de Marx. Cada día más millones de británicos trabajan en peores condiciones por unos peniques. Cada día más millones de británicos tienen menos posibilidades de salir de la miseria porque el sistema capitalista progresa generando basura. Basura humana. Es escalofriante, porque la recuperación económica en el Reino Unido consiste en trabajar más por menos, mientras las clases altas y ridículamente aristocráticas se embolsan más y más beneficios. El Capitalismo tiene consecuencias universales.
Que la derecha española no se haga ilusiones porque ya tiene alternativa, Ciudadanos, algo que no ocurre en el Reino Unido, ni en Estados Unidos. Al no existir más partido de derechas que uno, todas aquellas fuerzas sociales que rechazan la amenaza social, se reagrupan, obligatoriamente, en torno a la única alternativa que tienen.
Que la derecha española, ese residuo del nacionalcatolicismo, no se haga ilusiones porque, aunque no existiera Ciudadanos, no recuperaría el voto que está perdiendo, por millones, porque quienes fueron sus electores, son, hoy, las víctimas de su política neoliberal. Al servicio solamente y prioritariamente, de las oligarquías. Y con el voto de las oligarquías no se pueden ganar las elecciones.
Que esta derecha rancia, que ha gobernado desde que hundieron a la UCD, no se haga ilusiones porque ni gobierna en Cataluña, ni en el País Vasco, cuyas rancias y podridas derechas están en declive. Y sobre todo porque tiene un problema económico y social estructural que con el neoliberalismo o destrucción del Estado de bienestar, no es que no sea capaz de mejorar las condiciones sociales, sino que es la causa de la miseria de los ciudadanos y las naciones.
Que no se hagan ilusiones porque, en el Reino Unido, a la derecha no se le ha ocurrido privatizar el bienestar social, si lo hubiera hecho la mayoría de la población, ese 65% que no cuenta electoralmente, se habría movilizado en torno al Laborismo para defender ese bienestar social, que los conservadores británicos no se atreven a tocar. Ni si quiera Churchill se atrevió a anular la construcción del Estado de bienestar por los laboristas, en 1951. Se da esta aparente contradicción que, junto con la creación de miseria individual entre las clases sociales trabajadoras, se mantiene un sistema de seguridad, subsidios y garantías sociales, sanidad y enseñanza, que actúan como freno a la radicalización. Algo de esto recuerda la “ley de pobres” del siglo XIX.
Pero en España está ocurriendo todo lo contrario, que la derecha, el P.P. no solamente está arruinando y condenando a la miseria a millones de trabajadores, clases medias y sus familias sino que, encima, tratan de privatizar la propiedad pública, dejando a los más explotados y perjudicados por las políticas neoliberales sin servicios sociales. Y esta política llevará al desastre al P.P. porque no son capaces de hacer otra cosa.
Javier Fisac Seco