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PP y PSOE, crónica de una muerte anunciada

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No era necesario que las elecciones andaluzas, las catalanas, muy anteriores, ni las encuestas, nos confirmaran dos hechos sociológicos que van cambiando la correlación social de las fuerzas políticas: el primero, el desplome en caída libre del Partido Popular, el segundo, la impotencia del PSOE para recuperar el terreno perdido. No sólo siguen perdiendo posiciones, Cataluña ya la han perdido en su casi totalidad, sino que dejan de ganar cientos de miles de votos procedentes de las nuevas generaciones que se incorporan al censo electoral. Aunque no tengan en cuenta esta pérdida, sin embargo existe.

Perder un millón de votos en Andalucía, y siendo oposición, es desplomarse; perder, como van a perder, más del 30% de los votos en Madrid, eso es desplomarse; ser fuerzas residuales e irrelevantes en Cataluña y País Vasco, eso es desplomarse; con una caída anunciada en torno al 40% a nivel del Estado, eso es desplomarse…; pero al PSOE aún le va peor. Y eso que está en la oposición. Su situación es dramática y se viene observando en un detalle en el que nadie parece haber caído, carecen de políticos de casta, formados e intelectualmente competentes. Son funcionarios mediocres del Estado capitalista.

De este desplome de los partidos políticos, posfranquistas e institucionales, se produce una consecuencia: la sustitución del bipartidismo por el pluripartidismo. Este hecho, es en sí mismo, una victoria para todos; producto de la movilización de millones de españoles contra las políticas neoliberales aplicadas, indistintamente, tanto por la derecha como por las izquierdas institucionales.

No era necesario que las encuestas profetizaran el desplome de este corrupto sistema posfranquista porque quienes no estuvieran al servicio de las políticas neoliberales podían haber anticipado esta nueva situación, simplemente con observar las consecuencias que las políticas neoliberales están teniendo, en España y resto de Europa, la miseria y empobrecimiento de los trabajadores y clases medias.

Los partidos políticos institucionales ni representan los intereses de los trabajadores ni representa los intereses de las clases medias. Sólo representan los intereses y beneficios de las oligarquías financieras y especulativas y sus instituciones, el FMI, la “Troika”, el Banco Central Europeo, la Comisión Europea, Alemania. Es muy interesante observar cómo se confirma esta vinculación de las fuerzas políticas institucionales en toda Europa con estas fuerzas internacionales y neoimperialistas en el acuerdo comercial entre Estados Unidos y Europa, el TTIP, (Transatlantic Trade and Investment Partnership). Con el que pretenden destruir las conquistas económicas, políticas y sociales europeas en beneficio de liberalismo absoluto norteamericano. Que tiemblen, no sólo los obreros, sino también, las clases medias.

Precisamente, estas dos clases sociales al quedar desamparadas por las políticas neoliberales del PP y el PSOE, han respondido al desafío desvinculándose de esos partidos y apoyando tanto a Ciudadanos como a Podemos. Lo importante de esta nueva dinámica de las fuerzas sociales es que sus causas son estructurales. Una consecuencia coherente, programada en la ley interna que dirige las políticas neoliberales, es que cada vez los ricos son más ricos y los trabajadores y clases medias más pobres. Creo que esto no hay que demostrarlo. Para confirmar esta tendencia no se necesitan encuestas, basta con los informes de la Cruz Roja, de Cáritas o de otras ONGs o haberse leído y entendido el capítulo XXIV de “El Capital” de Carlos Marx, sobre el proceso interno a la ley de acumulación de capital. Esta teoría es que no falla. A pesar de haber matado a Marx, su herencia le sobrevive. Y no como un fantasma.

¿Qué ha contribuido, también, al desplome del P.P.? Su circunstancialidad. Es un partido que pasó de la nada franquista al Poder, gracias a la desintegración de la UCD. Este partido representaba a las clases medias menos comprometidas con el franquismo, más laicas y nada clericales. Mientras que el P.P. es todo lo contrario, clerical y franquista en sus orígenes y en su ideología.

Era necesario que se formara otro partido, de centro derecha, menos comprometido con el franquismo y el clero para que, como por arte de magia, resurgiera la UCD de sus cenizas pero sin sus enemigos internos. Los que acabaron con la paciencia y el proyecto de Suárez. Los infiltrados del franquismo y del clero. Ese partido centrista es Ciudadanos. Su potencial electoral debe ser superior al de UCD por el crecimiento demográfico y el paso del tiempo.

Que haya sorprendido a casi todo el mundo su éxito se debe a que los medios, los intelectuales orgánicos y los propagandistas de la derecha no querían entender que el P.P. es un partido residual del franquismo. Nadie contaba con la posibilidad del renacimiento de un partido de derechas. Y, a pesar de lo improvisado y precipitado de su aparición, pero en el momento preciso. Pero ha sido un presagio de un éxito anunciado. Ahora depende de ellos.

A la izquierda le ha ocurrido otro tanto, por su izquierda. Resulta poco menos que patético, si no esperpéntico, que el PSOE presente en Madrid a un fraile, para la Comunidad, y para el Ayuntamiento a un tal Carmona, que se cree un salvador, investido de conocimiento y autoridad divina, prepotente, fanático de sí mismo, vestido de derecha, con estética de derechas, con lenguaje de derechas y con invocaciones a la Iglesia, pensando que de esa manera triunfaría en el terreno de la derecha. ¡Cómo estará el PSOE que ya no es capaz ni de hacer una análisis sociológico! Combatir a la derecha en su territorio te lleva a la nada. Tal vez sea éste el final del éxito del PSOE. Sic transit gloria mundi.

Primero porque pierdes votos por la izquierda y luego, porque la derecha clerical vota a un partido coherentemente de derechas e inconfundiblemente católico. En cuanto a la derecha centrista, ésta ya tiene su opción más coherente, Ciudadanos. En el extranjero llama la atención que en España no hayan surgido partidos de extrema derecha. En realidad ello se debe a que la extrema derecha, es el sustrato ideológico del P.P. y por eso en España no se organizan partidos de extrema derecha, porque están contenidos dentro de la estructura del P.P. y forman parte de su ideología nacionalista y clerical.

Un personaje más reaccionario y clerical que Gallardón es difícil de encontrar. Un fósil del nacionalcatolicismo. Una especie de Carrero Blanco, sin uniforme pero con sotana. Y el Clero, en la Historia política del Estado español, siempre ha sido mucho más agresivo que el Ejército. Lo escita, estimula e invoca. Inquisición/Ejército. Gallardón, una mente atrofiada y atormentada por sus pecados, más que un hombre es una “memoria histórica”. La del franquismo y guerracivilismo. Revancha. Esperanza Aguirre también alimenta este demonio en sus entrañas, pero lo hace con traicionera discreción.

Los demás son como éstos, pero tratan de disimularlo. Su intelectual orgánico es nada menos que el Opus Dei. La extrema derecha clerical. Y Wert su monaguillo y turiferario. Que su intelectual orgánico no hable en público no significa que sea mudo. Son como las termitas, que van desmenuzando, silenciosa, persistente, lentamente, sin prisas, los pilares sobre los que hemos construido la democracia y los derechos y libertades individuales.

Mientras tanto, Podemos, surgido de los movimientos sociales, desesperados por la ausencia de las izquierdas, (I.U. ¿dónde estaba y está?), que ignoran sus intereses, se ha movilizado y organizado por su cuenta. Y se consolidará, como ya he dicho, porque la crisis que padecemos no es coyuntural sino estructural a las políticas neoliberales. Sólo acabando con éstas se acabará con la crisis: El proceso de extensión y consolidación de la miseria y la pérdida de derechos y libertades.

Pero para acabar con la crisis, estas derechas, al servicio del neoimperialismo, deben fracasar en su insaciable proyecto por liquidar el bienestar social y la propiedad pública. Este fracaso acabará con estas derechas. Y si triunfaran, también, porque sería el caos económico y social. Una sociedad no puede aguantar indefinidamente sobreviviendo de las migajas de los comensales. Es cuestión de tiempo. La Apoteosis del neoliberalismo es el Apocalipsis del pueblo. Es una paradoja que en su éxito esté profetizada su autodestrucción. Sólo el miedo como estrategia de la derecha podría, de momento, contener su caída, pero no su descomposición. Sin embargo, en su arrogante ensimismamiento y estupidez, están confiando más, como desesperado recurso, en un pacto con el PSOE. Sería su liquidación y olvido.

Javier Fisac Seco

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