Hoy vamos a contar la historia de dos grandes mujeres. Por respeto a su familia no vamos a dar todos sus datos, sino sólo sus nombres. Se trata de Manuela y Fermina, hijas de uno de los presos muertos en Valdenoceda.
Al finalizar la guerra española, Manuela y Fermina vivían con sus padres. Un día, siendo ellas muy niñas, vieron cómo se llevaron detenido a su padre. Y no olvidaron. Siempre recordaron a su padre y hablaron de él a sus hijos, todos varones.
Cuando en 2005 nos constituimos como Agrupación y comenzamos la búsqueda de familias (para lo cual recurríamos a los medios de comunicación), Manuela nos localizó a través de la Cadena SER. Cuando supo de nosotros y confirmó que su padre estaba en la lista de fallecidos en Valdenoceda, preguntó qué tenía que hacer para recuperar sus restos. Nosotros le contestamos que esperase, que “hay que tener paciencia”. Por aquel entonces, ni siquiera pensábamos que sería posible la exhumación. Su hermana Fermina, mayor que ella, había fallecido con la amargura de no saber si podría recuperar los restos de su padre.
Cuando en 2007 comenzamos la exhumación, llamamos a Manuela para decirle que ojalá pronto podría recuperar los restos de su padre. No cogía el teléfono. Insistíamos, hasta que un día localizamos a uno de sus hijos, que nos comunicó que esta mujer había fallecido. La familia, lógicamente, estaba destrozada, porque acababan de perder a su madre, pérdida que se sumaba a la de Fermina. Y nosotros respetamos su duelo y nos pusimos a su disposición.
Meses después, nos llamaron los hijos de Manuela y de Fermina (nietos de aquel preso que murió en Valdenoceda) para decirnos que ellos querían hacerse la prueba de ADN, para identificar los restos de su abuelo y poder enterrarlo con sus madres, que reposan en el mismo panteón familiar. Pero los antropólogos nos confirmaron que esas muestras, al ser hijos de hijas, no eran válidas. Sólo sería válida una muestra de cualquiera de las dos mujeres, Manuela o Fermina, ya fallecidas, ya que el preso no tenía hermanos vivos, de los que sí podría haberse obtenido muestra válida. La familia, lógicamente, mantuvo unos meses de reflexión personal, ya que esta situación les obligaba a tomar una decisión en torno a la exhumación de los restos de estas mujeres.
Ahora nos han llamado. Han pensado en el deseo, muy evidente, de las dos, de Manuela y de Fermina: recuperar los restos de su padre, fallecido en Valdenoceda. Y han decidido abrir la sepultura para que los antropólogos puedan tomar una muestra de una de las dos mujeres. Así vamos a hacerlo. No será, pues, una exhumación convencional, sino una apertura de la sepultura, apertura que permitirá conseguir un hueso de una de las dos mujeres. Quedará cotejar el ADN de esa muestra con el de los restos exhumados de los presos.
De esta forma, Manuela y Fermina, quizás sin saberlo (aunque seguramente sí lo saben ya), van a conseguir lo que más querían: recuperar a su padre. Las dos, por fin, 72 años después, van a descansar para siempre junto a él, en su pueblo.
De niñas vieron cómo se lo llevaban de casa y nunca más volvió. Ahora, gracias a la generosidad de sus hijos y nietos, podrán volver con él. 72 años después, esas niñas, ya fallecidas, y sus familias podrán empezar a cerrar su herida.
Un abrazo a todos y, en especial, a esa familia maravillosa.