Según publica hoy 'El Mundo' el rey Don Juan Carlos quiso casarse con Corina. Así lo revela el libro'Final de Partida' de Ana Romero.
Un día cualquiera de marzo de 2013, saloncito azul, palacio de La Zarzuela. ¿Cuántos momentos de infelicidad pasó don Juan Carlos solo en su saloncito azul el año antes de abdicar? No en su despacho oficial ni en el salón de audiencias donde recibía a autoridades. Tampoco a la entrada de Zarzuela donde se fotografiaba junto a reyes y jefes de Estado. Ni en comidas o cenas con supuestos amigos en las que decía lo que los demás querían o podían oír. Solo, sentado sobre un sofá vacío frente a una tele.Solo, sin el sonido de los flashes y las bromas impostadas, junto a un teléfono que más que un móvil era su cordón umbilical con un mundo del que se había aislado. "Poco a poco, le fueron quitando todo: el poder, la mujer que amaba, su capacidad para disfrutar de la vida. No le dejaron nada, excepto la soledad de un viejo león que se retira solo a morir", señala una persona que supo de esos días trágicos de Juan Carlos I durante parte del año 2013.
Según esa misma persona, a partir de enero de 2013, y sobre todo en el terrible mes de marzo, el rey fue sometido a un "confinamiento en régimen de incomunicación". Esta afirmación, a todas luces exagerada, provoca reacciones diferentes. Para unos, el monarca fue abandonado por todos en su entorno inmediato como castigo a su comportamiento poco ejemplar y como medida de presión para conducirlo a la abdicación: "Lo dejaban solo queriendo". Para otros, su soledad fue la consecuencia natural de una vida labrada con la laboriosidad del gran egoísta que es: "Una mezcla explosiva del ser humano y del jefe de Estado: cuando no actúa movido por sus propios intereses, lo hace por los de España. Nunca lo hace pensando en qué es lo mejor para ti. No le importa nadie, sólo se importa él".
Como no busco juzgar, sino sólo explicar lo que sucedió en la convulsa parte final del reinado de Juan Carlos I, creo que fue a través de esa escena doméstica -un septuagenario sin familia ni amigos que se consume en una salita decorada hace mucho en azul- como visualicé el drama del que nace rey y está condenado, a perpetuidad, a ser un símbolo institucional antes que un hombre de carne y hueso. (...)
A partir de Botsuana y de la falta de sensibilidad que el rey mostró hacia el posible colapso económico de España, su capital político y humano empezó a hacer aguas. En marzo de 2013, se sintió impotente para recuperarlo y eso le llevó a la desesperación. Sin la caza, sin la libertad, sin los viajes, sin la compañía del ser querido, sin el poder y hasta sin ese sofá mullido que a todos nos gusta tener en casa: a raíz de las operaciones y sus dificultades para moverse, los médicos pidieron que se le cambiara el sofá del saloncito azul por uno nuevo y seguramente más incómodo.
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