El liberalismo es un sistema filosófico, económico y político que promueve las libertades civiles y se opone a cualquier forma de despotismo, apelando a los principios republicanos. Constituye la corriente en la que se fundamentan tanto el Estado de derecho, como la democracia representativa y la división de poderes.
Aboga principalmente por:
El establecimiento de un Estado de derecho, donde todas las personas sean iguales ante la ley, sin privilegios ni distinciones, en acatamiento de un mismo marco mínimo de leyes que resguarden las libertades y el bienestar de las personas.
El liberalismo surgió de la lucha contra el absolutismo, inspirando en parte en la organización de un Estado de derecho con poderes limitados —que idealmente tendría que reducir las funciones del gobierno a seguridad, justicia y obras públicas— y sometido a una constitución, lo que permitió el surgimiento de la democracia liberal durante el siglo XVIII, todavía vigente hoy en muchas naciones actuales, especialmente en las de Occidente. Al promover la libertad económica, el liberalismo despojó de las regulaciones económicas del absolutismo a las sociedades donde pudo aplicarse, permitiendo el desarrollo natural de la economía de mercado y el ascenso progresivo del capitalismo.
En este sentido supone un gran paso frente a la viejas sociedades, supone el desarrollo de una clase social emergente, la burguesía, frente a los anacrónicos restos del feudalismo. El capitalismo es una consecuencia económica del liberalismo y tiene tres consecuencias importantes a destacar: 1) la aparición del trabajo asalariado frente a la servidumbre, 2) la aparición de la industria, el desarrollo y producción de bienes en abundancia, 3) la contradicción entre socialización de los procesos de producción y apropiación de la burguesía de las plusvalías generadas en el trato de la compra de mano de obra y la venta de los productos. Los mercados tienen una parte en si positiva: abastecen a la sociedad de una amplia gama de productos y bienes. Para hacer frente a los problemas de la otra clase social que vende su fuerza de trabajo aparecen los sindicatos como organizaciones de los trabajadores para reivindicar mejoras salariales y mejores condiciones en el sistema de producción. A raíz de Marx y Engels se desarrollan los partidos socialistas, como complemento de las luchas sindicales y para llegar a la socialización de los beneficio y la abolición de la explotación. Es, en principio, una fase positiva entre finales del siglo XVIII y las dos guerras mundiales.
Con la I Guerra Mundial los socialistas se rompen en socialdemócratas (a través de la acción política democrática y de las reformas se puede llegar al socialismo) y los comunistas que entienden que al socialismo solo se puede llegar a través de la fuerza ejercida por el partido comunista sobre los restos de las clases hasta ese momento dominantes: son los creadores de las dictaduras del proletariado en los países donde se hacen con el poder, aparecen así las llamadas“democracias populares”, con la dictadura del proletariado al frente, que mal evoluciona hacia la dictadura de las “nomenclaturas” que dominan en esos partidos, las libertades obreras se restringen, se establecen políticas policiales muy represivas ante la “amenaza” del capitalismo internacional. Cae el muro de Berlin, se desintegra la URSS y se esfuman las democracias populares.
Volvamos hacia atrás: al final de la II Guerra mundial las hasta hora democracias liberales ante las expectativas y atracciones del comunismo sobre sus proletariados nacionales retoman y relanzan a los políticos socialdemócratas con un nuevo papel: ya no son los que reformando el sistema llegarán al socialismo, sino los defensores del llamado estado del bienestar social. El invento con que pretenden que las clases asalariadas se sientan cómodas y dejen de mirarse en los llamados “paraísos” socialistas.
El estado del bienestar social permite el desarrollo del capitalismo que avanza hacia políticas cada vez más monopolistas y transnacionales, al mismo tiempo que dota a los trabajadores de sistemas como la seguridad social, la educación pública, un sistema de pensiones... Es vendido como la alternativa que combina la libertad colectiva y la mejora paulatina de condiciones sociales con la actuación conjunta de los estados, los políticos socialdemócratas y los sindicalistas asalariados desde el poder. Parece la panacea y “sumum” para los trabajadores que van adoptando el nombre de clases medias, ya nadie se reclama proletario, ni incluso obrero. Todo esto , al igual que los comunismos estatales saltará por los aires con la crisis del capitalismo actual.
Al mismo tiempo que los socialdemócratas “gestionan” las sociedades, los defensores de la sociedad capitalista avanzan hacia la concentración de capitales, a la abolición de fronteras para los mismos y retraerse de las inversiones y compromisos del Estado para las clases trabajadoras. Aparecen los políticos neoconservadores o también conocidos como neoliberales a partir de Tatcher en el R.U. y de Reagan en EE.UU. Es la “revolución” conservadora que dará la puntilla al “comunismo y al estado del bienestar social” ¿Si ya no hay comunismo para que seguir invirtiendo en bienestar social? En resumen los liberales políticos del siglo XIX y finales de la II Guerra mundial han sido desplazados por políticos que mal utilizan la palabra liberal desconceptualizándose y pervirtiéndola, son los políticos donde la libertad solo vale para quienes acumulan riquezas al precio que sea.
Volviendo a nuestro país: los comunistas que habían luchado contra la dictadura se marean, se pierden ideológicamente y caen rehenes del nuevo sistema político continuista del franquismo. Para consolidar el sistema se aprestan sin el menor rubor los socialistas españoles, mejor los enterradores del socialismo en Suresnes. Ni socialdemócratas siquiera (son los primeros en contribuir a desmontar el estado del bienestar, el buque insignia de la socialdemocracia post II Guerra Mundial), a lo más “progres” algunos y los otros “sociolistos” o social liberales como gustan ahora denominarse...
Resumiendo los liberales de antaño nada tienen que ver con los neoliberales ni con los social liberales.
En nuestro país serán los republicanos los que recogen el banderín liberal en el sentido de reforma radical del sistema político, económico y social imperante, Recuperando la República como forma de Estado.
¿Quiere decir esto que somos anti-capitalistas, anti-empresarios? No, somos anti-oligarcas, anti-abusivos, anti-monopolistas. Creemos que la economía de mercado es compatible con la economía social, con el cooperativismo y la cogestión empresarial que deben ser impulsadas desde el estado. Creemos que la negociación colectiva es el mejor instrumento para entenderse las partes y resolver conflictos de intereses. Creemos en la banca pública, en el papel armonizador e impulsor del desarrollo económico del propio Estado.
¿Somos anti-religiosos? Somo laicos, estamos contra la injerencia de las iglesias y sectas en la educación y en la gestión del Estado y creemos que el dinero público solo debe emplearse en beneficio de los ciudadanos.
¿Somos federalistas o centralistas? Creemos la mayoría de los republicanos en el federalismo político entre los diversos pueblos del Estado.
¿Somos anti-europeos? Somo contrarios a una Europa exclusiva de los mercados y potenciamos la Europa de los pueblos.
¿Somo anti-militares? Creemos que la fuerza pública debe ser comedida y apropiada y proporcionada a la defensa de nuestro pueblo y que no es legítimo entrar en conflictos militares internos de otros pueblos. Que cada pueblo resuelva sus asuntos internos. En ese sentido somos anti-imperialistas y anti-bloques militares o políticos en el mundo. Creemos que las Naciones Unidas tienen que ser el foro de resolución de conflictos y no generador o potenciador de los mismos.
Somos ciudadanos por la cultura, la ciencia, el acceso a la educación y partidarios del progreso en todos lo sentidos que favorezcan el desarrollo de la persona, del ciudadano.
Somos ciudadanos libres de vasallajes, en definitiva liberales radicalmente demócratas.
Amigos, compañeros, ciudadanos, republicanos ¡salud!
Salva Artacho