"Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y de recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión." (Artículo 19 de la Declaración de los Derechos Humanos).
Tras leer esto, resulta chocante ver como este derecho fundamental que todo ser humano supuestamente tiene solo por el hecho de nacer, es violado y vulnerado cada día en centenares de países por medio de la censura, la opresión o la influencia del poder político. Sin embargo, no estoy aquí para decir lo que pasa en un país lejano o en un recóndito lugar de Oriente Medio, Corea del Norte o América latina. Estoy aquí con el único propósito de informar, hacer reflexionar y ejercer mi derecho a expresar libremente y sin impedimentos mi opinión y mi visión subjetiva de la realidad que vivimos o más bien sufrimos actualmente en este país.
Dicho esto, comenzaré hablando de la prensa. El objetivo elemental de la prensa, que era obligar al lector a reflexionar sobre el entorno en el que vivía proporcionándole datos objetivos y contrastados con los que conocer el mundo, casi ha desaparecido por completo. Nunca en esta “democracia” se ha visto un maltrato semejante al periodismo por parte del poder como en los últimos años. Unos de los casos más cercanos de los que disponemos son los de la censura que sufre de manera habitual la revista "El Jueves". Un ejemplo bastante llamativo fue el de la censura de la portada del día 4 de Junio de 2014, tras la cual, la revista semanal se vio obligada por la editorial RBA a cambiar su portada en la que aparecía un chiste sobre la abdicación de Juan Carlos I. El más que denunciable hecho provocó que el "discurso unitario" sobre la monarquía se quedase apenas sin alternativas en los quioscos y que resultase prácticamente imposible encontrar algún medio crítico que no se limitara únicamente a elogiar la figura "campechana" del monarca. Otro caso que no hace sino más que confirmar del lado que está la prensa del régimen es el de la reciente compra de las portadas de todos los grandes periódicos por parte del Banco Santander, aunque, ¿Quién diría que no se habla del Santander en la prensa?
Parecen volver los viejos fantasmas de los regímenes autoritarios que merodeaban y aún merodean sobre las redacciones de los grandes periódicos y medios audiovisuales. La única diferencia es que en este caso el fantasma no viste camisa negra ni azul mahón, sino que viene disfrazado de democracia. Democracia, el mismo argumento que ahora utilizan aquellos que celebraban el 18 de julio, aquellos que alababan la España “Una, grande y libre”, y esos mismos que al leer estas líneas probablemente sentirían ganas de “mandarme a paseo” y que lamentablemente controlan la vida pública. Sin embargo, el hecho es el mismo: el poder y los que aspiran al poder no desean la existencia de una prensa libre y buscan cada vez más el control de los medios destinados a la información de todos los ciudadanos. Aquellos que tienen el poder ejercen ruedas de prensa sin preguntas, debates políticos donde sólo comparecen los líderes de los principales partidos y donde son los políticos y no los periodistas los que determinan el formato...
Es evidente y preocupante, salvo algunas excepciones muy arriesgadas, la sumisión y docilidad con la que el periodismo se pone de rodillas frente a la presión del poder. En la mayoría de los casos, el periodismo no trata de hacer reflexionar al lector sobre una realidad, sino que evita temas tabú que "no pueden o no deben tocar" (los privilegios de la Iglesia, la banca, el dominio de las grandes empresas, la reciente historia de nuestro país...), e intenta imponer al público una supuesta verdad. Parece que el único objetivo del periodismo español (a excepción de algunos medios libres e independientes) es el adoctrinamiento del ciudadano y no ayudarle a pensar con libertad.
España sufre de una grave enfermedad y esto se ve reflejado en cómo la sociedad rechaza y desprecia a todos aquellos que no comparten la misma opinión, calificándolos de "radicales", "antisistemas" o simplemente describiéndolos con el calificativo de "perroflautas". La sociedad en la que vivimos excluye y margina a todas esas personas que, pese a la presión e influencia de los medios, han logrado la increíble hazaña de pensar por sí mismos y no aceptar la sumisión hacia las "verdades" del sistema impuestas por los principales medios de comunicación, controlados por los partidos “de turno”.
Recientemente parece que sólo se puede expresar una única y unánime opinión sobre lo que acontece y lo que nos concierne. Algunos ejemplos son el típico "Yo no opino sobre política", “Todos son iguales” o el tan usado "El rey nos libró del golpe de Estado". Parece que si nos salimos de esas directrices, estemos violando la integridad de la sociedad y amenazando al resto de personas que no piensan de la misma manera. Si realmente es verdad eso que nos cuentan desde que entramos al colegio de que el sistema de gobierno de este país se fundamenta en la democracia, no se debería restringir ningún tipo de pensamiento por muy radical, extremista o incómodo que resulte, o, ¿acaso se debería prohibir la venta y la lectura de Mein Kampf, o la obra de Karl Marx o Mijail Bakunin? Si algo hace buena a la democracia es la existencia de una gran diversidad de opiniones. Cada individuo debe poder expresar su opinión, sus elogios o su disconformidad hacia el sistema; lo cual desemboca en una sociedad estable, más comprensiva y por supuesto, más justa.
Toda opinión es respetable y no debe censurarse por muy incómoda que resulte o porque "debemos preservar el orden y la estabilidad". Las barreras a la libertad de expresión, que demuestran la más que dudosa calidad de nuestra “democracia” están más cerca de lo que creemos, no hay más que echar un vistazo a nuestro alrededor y a nuestro entorno más próximo para ver cómo se critican opiniones, se censuran artículos, fotografías y se prohíben comentarios. Esta es la cruda realidad, una realidad impuesta por el poder, cuyo único objetivo es el de adoctrinar y hacer ciudadanos indiferentes, incapaces de pensar por sí mismos y de ir más allá de lo que se les intenta inculcar; incapaces de elaborar ningún pensamiento crítico que no se limite a decir: "me gustan las judías, las palomitas y el fútbol".
Fernando García Abad