Nuestro compañero, amigo y columnista habitual de Eco Republicano, Paco Arenas, acaba de escribir su primer libro de poesía; se trata de "Las Abarcas del campesino analfabeto que soñó ser poeta", un recopilatorio poemas escritos desde el sentimiento, no buscan complacencia del lector, ni el elogio, tan solo buscan provocar la rabia contra la injusticia y la tiranía.
Desde la humildad de las abarcas, del más humilde de los calzados, el que está pensado para pisar el barro, los terrones pero también para alojar los pies y el cuerpo de la rabia contenida contra quien intenté pisar esa humildad, que no por humilde sumisa.
La poesía tiene sentido si provoca una ciclogénesis explosiva en el corazón, explotando las venas, ya sea por amor, pasión, indignación, ansias de justicia o libertad. La poesía no pretende transformar el mundo, o tal vez sí, al menos debe intentarlo, de lo contrario…
¿De qué sirve la poesía? Lo importante del poema es que sea capaz de llegar directo y conciso a donde llega la prosa a través de mil vericuetos con mucho mayor esfuerzo, al corazón, denunciar la mentira, llamar a las cosas por su nombre, rebelarse contra la injusticia, los poderosos y a su metálico dios y si además se consigue la belleza, mejor que mejor, pero siempre lo primero debe ser hacer estallar las venas.
La poesía debe ser atrevida y desvergonzada con los fuertes y tierna con los más débiles. Debe ser capaz de escupir con el filo de las palabras a esos patriotas de trapo que roban a sus pueblos de manera miserable, a esos que hablan de democracia y no conocen su significado, denunciar el latrocinio que sufren los pueblos de esos adoradores de ídolos paganos, llamar al incendio de sus templos de manera metafórica, el verso no es violento, critica la violencia sutil y asesina de quienes la ejercen contra los más débiles.
Los desahucios, los despidos, los suicidios provocados por los ladrones, en nombre de un supuesto Estado de derecho, deben ser llamados por su nombre, son crímenes, son terrorismo, ante los cuales el poeta no puede cerrar los ojos, a riesgo de convertirse en un poeta maldito, siempre es preferible ser un poeta maldito que el bufón de un rey, porque el poeta debe ante todo ser el alma del pueblo.
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