Tras el auge de organizaciones y candidaturas auto-definidas como "ni de izquierdas ni de derechas", a la izquierda política solo le queda una alternativa: renovarse.
La renovación es un concepto inherente a los propios ideales izquierdistas, un necesario abandono de lo legitimado a partir de lo "tradicional" para dar paso a un conjunto de métodos innovadores con el propósito de llegar a un mismo fin. A diferencia de lo que se cree entre algunos sectores, renovarse no implica la alteración del mencionado fin (lo cual supondría una desviación respecto a los principios más básicos), sino la promoción de un nuevo método para lograrlo.
Este método, a menudo dispar entre las diferentes agrupaciones y partidos de fines unánimes (lo cual produce discordias entre grupos aparentemente semejantes), ha de comprenderse siempre en base a dos conceptos nucleares: pragmatismo y actualidad.
El primero de ellos, pragmatismo, hace referencia al empleo de técnicas simplificadas y que logren un mayor impacto de cara al fomento de nuestros ideales. Carecería de sentido presentar el ideal izquierdista, encarnado a nivel estatal en el ideal republicano (téngase en cuenta que al hablar de "izquierda" se hace referencia a una inclinación de gobierno, mientras que referirse a "republicano" implica una serie de políticas de Estado), como un ente apartado de la comprensión y la cotidianidad de la ciudadanía. Ninguna agrupación izquierdista debe de rechazar los métodos de difusión más modernos e innovadores por considerarlos ajenos a una tradición secular. ¡De ninguna manera! ¡La izquierda siempre debe de estar por encima de cualquier arraigo y en ningún caso ha de negarse a innovar (es más, tiene que hacerlo por definición propia)!
El segundo de los conceptos, actualidad, se asienta partiendo de la siguiente hipótesis: el fin político es imperecedero y rompe toda frontera espacio-temporal; sin embargo, el método político tiende a caducar rápidamente y necesita someterse a continuos procesos de renovación. A modo de corroborar lo afirmado, tómese por ejemplo uno de los principios que constituyen el fin izquierdista: la igualdad social. La igualdad social, como principio constituyente del fin, ha permanecido desde los esbozos más antiguos de lo que hoy calificamos como izquierda: el ansia por parte de una mayoría oprimida de reclamar justicia frente a una minoría opresora. No obstante, se puede apreciar que el método ha variado drásticamente en relación al contexto y situación que caracterizaba a la mayoría y minoría referida.
La necesidad de que el método esté acorde a un determinado período sociohistórico es lo que se conoce como actualidad. La izquierda ha de emplear una técnica de promoción acorde al actual siglo XXI, acorde a las necesidades reales de la ciudadanía. Carece de absoluto sentido elaborar una línea política inspirada en la reestructuración del pasado o en la reivindicación de aspectos indiferentes para el pueblo en su mayoría. Hoy más que nunca, las agrupaciones izquierdistas debemos de estar en las calles, no debatiendo acerca de lo que supuso la Revolución de 1789 (que desde luego, nunca viene mal rememorar) en salones del siglo XIX. ¡No podemos conformarnos con ser partidos al servicio del ciudadano/a, tenemos que ser partidos de ciudadanos/as!
Solo mediante una renovación metódica se podrá afrontar la actual crisis ideológica que inunda el panorama político español. De poco sirve a los sectores más tradicionales de la izquierda criticar sistemáticamente a las nuevas agrupaciones auto-definidas como "ni de izquierdas ni de derechas"...¡Hay que auto-cuestionarse y actualizarse, tal y como siempre han defendido nuestros principios! ¡Seamos la moda que supere a la moda de lo anti-ideológico!
Javier González Sabín
Secretario general de Alternativa Republicana de Madrid