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A nuestras mujeres antifascistas de ayer, hoy y siempre.

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Desde la dictadura de Primo (por no retroceder más en el tiempo pero no porque no sea tan importante o más que en el actual) las mujeres que lucharon por las libertades civiles, las que concernían a las mujeres y a los hombres, a los niños y a los mayores, a los animales y la naturaleza, al patrimonio común de la cultura democrática, cuyos frutos desembocaron en la República de 1931, y desde el golpe de estado fascista hasta la muerte del dictador, y desde entonces hasta la cruel y traidora transición, y las primeras elecciones democráticas, con golpe de estado elaborado y diseñado como siempre por los sables de los generales, y las conformistas y claudicantes elecciones que dan el triunfo pactado a un partido ausente durante la clandestinidad con la connivencia de la derecha ultramontana, desde todo eso, todas ellas, todas las mujeres combatientes, en retaguardia y en vanguardia, en el parlamento y en la calle, en los campos de exterminio y en las cárceles fascistas, en la represión familiar y psicológica, tanto las constructivas e idealistas republicanas como las valientes libertarias y las anárquicas disciplinadas comunistas, las derrotadas, que no vencidas, en la guerra civil, vejadas, torturadas, violadas, humilladas y presas del terror por velar la seguridad de sus hijos, sus compañeros, sus padres (mucho menos que por ellas mismas, guiadas por ese sentir de sufrimiento que invade a las hembras de toda condición desde su nacimiento) a todas ellas, repito, les debe la ciudadanía (y considérese ciudadano quien crea que debe hacerlo tanto dentro como fuera del sistema, pero sin olvidar los orígenes de los Derechos del Hombre y de la Mujer) de este país y del mundo un rendido homenaje y reconocimiento.

Tanto a las que lucharon en primera línea del frente como a las que actuaron tras la retaguardia enemiga saboteando trenes y comunicaciones durante el terror nazi, sabiendo que si eran hechas prisioneras no sobrevivirían a todo el sufrimiento que esperaba a un soldado sino que el hecho de ser mujer le llevaría a otros atroces padecimientos, en los que no contaba la edad ni condición, sólo la vejación por ser mujer; tanto a las que lucharon en la resistencia en Francia y Europa, desde las redes clandestinas y en los campos de concentración (sufriendo experimentos genocidas y tratadas como mercancía por soldadesca asesina, abusando de su fertilidad y maternidad para experimentar con sus hijos atroces operaciones calificadas como crímenes contra la humanidad; tanto las de la guerrilla antifranquista, tratadas como bandoleras, mancebas, prostitutas y terroristas, valientes mujeres en el monte y en al llano que fueron vejadas, violadas, humilladas, empalizadas en los cuartelillos por no delatar a sus hijos y maridos, por no contar dónde estaban las estafetas, los puntos de apoyo y los enlaces, asesinadas por las cobardes, brutales y analfabetas fuerzas de la represión franquista, no podían soportar la heroicidad y valentía de esas gallardas mujeres que luchaban por la libertad, por esa libertad femenina, fraterna y maternal por la que ya luchó y murió Marianita Pineda, mientras bordaba la bandera republicana.

Todas ellas, las voluntarias internacionalistas que acudieron a luchar en defensa de la República y la defendieron desde el XIV Cuerpo de Guerrilleros, desde las filas de la milicia, como intérpretes y como misioneras de información enemigas, las Linas, Adelinas, Claritas, Elizabetas, Lidias…; las que quedaron en el interior para organizar la resistencia, ya perdida la República, las Matildes, Merches, Nevaditas, Fidelitas poéticas…, las que combatieron contra los nazis, las Pardinas, las Africas, las Aracelis y Juanitas…; las guerrilleras antifranquistas, las Esperanzas, Remes, Amadas, Angelinas, Adelinas…; las que sufrieron la dictadura y el exilio, las Cármenes, Elviras, Marías, Elisas, Consuelos, Teresas…, las que sufrimos las cárceles del tardofranquismo, las Conchas, Cármenes, Dolores, Paulas, Charos, Marujas, Silvias, Mariluces…; las que no llegaron a ver la libertad porque fueron asesinadas en la transición, las Yolandas…; A todas las que siguen luchando con tenacidad, conciencia y solidaridad en todos los frentes de defensa de las libertades y la cultura democrática, a las Marisoles, Dolors, Isabeles, Cármenes, Alicias, Beatrices, Milagros, Juanitas, Conchitas, Liles, Sebastianas, Esteres, Mónicas, Amparos, Marías…, a toda esta fortalecedora generación de mujeres que ha tomado el testigo de la memoria democrática.

El 4 de octubre de 2014 recibí el galardón que el jurado de Pozú Fortuna me otorgó y se lo dediqué a todas ellas porque fui la primera mujer que lo recibía y sólo acepte hacerlo si era en nombre de todas las mujeres luchadoras y combativas por la libertad, a las que sufrieron, sufrimos la represión, a las asesinadas que quedaron en el camino y a las heroicas que sobrevivieron en los infiernos de la dictadura, a las que nacimos en ella y nos fue secuestrada la infancia, la adolescencia, y la juventud, a las que desde el exilio ya no precisaban su identidad pero sí su memoria y su condición republicana; a las que creyeron que verían la libertad y la República y sólo vieron a los herederos del franquismo apostados en las sombras de un país que siempre estuvo entre sables de generales, doctrinas infames y violentas de jerarquías eclesiásticas, y adoctrinamientos falangistas en la educación y en la convivencia.

¡Pobre malhadado país!

Nos queda, si podemos, la enorme entereza de vivir y la de recuperar el tiempo perdido durante la engañosa y traicionera transición.

Dolores Cabra, archivera y Secretaria General de AGE (Archivo de Guerra y Exilio)


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