Las Revoluciones Liberales de los siglos XVIII y XIX aceleraron la disolución definitiva del Antiguo Régimen y establecieron las bases de los Estados democráticos contemporáneos. Estas revoluciones encontraron un poderoso aliado en otros movimientos de carácter cultural, como el Romanticismo y los nacionalismos, que ayudaron a fraguar el concepto de Estado-nación implantado en la mayoría de los países de Europa.
Entre los objetivos políticos de las nuevas repúblicas o monarquías parlamentarias estuvo por encima de todos la creación de una serie de instituciones de gobierno que facilitasen su consolidación. También el establecimiento de una burocracia organizada y una administración económica eficaz, el desarrollo de mecanismos de control de la población, la configuración de unas fronteras bien definidas y el fomento de alianzas ventajosas con otros países, para garantizar la seguridad y el progreso de la nación. Pero tan importante como todo lo anterior fue la promoción de una determinada imagen del nuevo Estado mediante la creación de símbolos de identidad nacional, como la bandera, el escudo, el himno y otros elementos que favoreciesen la cohesión social y el sentido de pertenencia.
Es curioso comprobar cómo en el proceso de producción de estos símbolos, los gobiernos a menudo se inspiraron en emblemas tradicionales, tomados de modelos iconográficos bien conocidos, tanto por los artistas como por el gran público, durante las épocas históricas precedentes. Un claro ejemplo de ello es esta alegoría de la proclamación de la Primera República Española, aparecida en la revista humorística La Flaca, en el año 1873. Este semanario era de tendencia política liberal, anticarlista, republicana y federal, y fue publicado en Barcelona entre los años 1869 y 1876, es decir, durante el llamado Sexenio Democrático. La libertad de prensa disfrutada en aquel período permitió el desarrollo de este tipo de revistas satíricas, que se vendían no sólo en España sino también en sus territorios de ultramar e incluso en Francia o Italia. A pesar de ello, La Flaca estuvo muy vigilada por la censura y fue suspendida en varias ocasiones, debiendo publicarse de manera clandestina bajo encabezados diferentes.
El autor de la imagen que nos ocupa es el dibujante catalán Tomás Padró Pedret. Fue el autor de la totalidad de las ilustraciones que aparecían en La Flaca, donde firmaba con el seudónimo AºWº, como puede comprobarse en la esquina inferior derecha del pedestal sobre el que se eleva la alegoría. Padró Pedret diseñó una representación de carácter emblemático, fácilmente comprensible por la inclusión de símbolos tradicionales ya conocidos y la introducción de otros elementos contemporáneos directamente tomados del contexto histórico y social del Liberalismo.
La figura principal es una mujer joven, alada, tocada con un gorro frigio y vestida con una túnica roja que deja un pecho al descubierto. Su mano derecha se apoya en una lápida con una inscripción que dice «LEY. RF», mientras que su mano izquierda sostiene una balanza. Una mujer vestida con una túnica roja, al estilo de una matrona romana, era una imagen habitual para representar a España en las pinturas alegóricas del Renacimiento y del Barroco. El detalle del pecho descubierto se relaciona con la práctica de alimentar a sus pobladores, considerados como hijos de la patria. Las alas son un símbolo de la victoria tomado de la escultura clásica, al igual que las hojas de laurel que asoman por encima de su cabeza. La balanza es un símbolo tradicional de la Justicia que se le presupone a cualquier poder político.
Las novedades iconográficas se centran en el gorro frigio y en las tablas de la Ley. El gorro frigio es una especie de caperuza de forma cónica pero con la punta curvada, normalmente confeccionado con lana o fieltro. Aunque sus orígenes están en el Mundo Clásico, constituye un símbolo de la libertad, de la razón y del republicanismo que fue muy difundido durante la Revolución Francesa. El gorro frigio era utilizado por muchos masones y revolucionarios, y precisamente por ello fue incorporado a la imagen de Marianne, una mujer que personificaba a la República Francesa y que seguro sirvió de modelo de inspiración a la alegoría de nuestra República Española. En cuando a las tablas de la ley, hacen referencia a la Constitución de la República Federal («RF»), que no pasó de ser un proyecto de ley, ya que un golpe de Estado perpetrado por el general Pavía impidió su aprobación en julio de 1873. A pesar de ello, suponen un claro alegato en defensa del poder legislativo en cualquier sistema democrático.
Otros símbolos que aparecen desperdigados alrededor de la figura están directamente relacionados con el contexto histórico de la época. Destacan dos elementos de inspiración francesa. El primero es el gallo que hay a los pies de la mujer, que es símbolo de vigilancia, del despertar a una nueva era y de combatividad (aunque a los monárquicos recalcitrantes les sirvió para hacer el chiste fácil de que la República era más puta que las gallinas). El segundo es el triángulo grabado detrás, que recoge los tres principios de la Revolución Francesa (Libertad, Igualdad, Fraternidad). Además, aparecen numerosas referencias a las actividades económicas como vehículo para lograr el progreso de la nación. A la izquierda, un haz de trigo, verduras, frutos, una hoz y una colmena alusivos a la agricultura. A la derecha, el caduceo de Mercurio y varios mástiles de barcos en referencia a la importancia del comercio, junto con otros símbolos relacionados con las artes, las letras y las ciencias, como un globo terráqueo, una cámara fotográfica, un libro, un busto escultórico y una paleta de pintor.
En el paisaje del fondo aparece un labrador arando el campo con sus bueyes, otra vez una mención a la agricultura, un poste de telégrafo y varias chimeneas de fábrica, referidos a la industria, y al otro lado la bocana de un puerto, para señalar la importancia de la navegación. En resumen, todos ellos elementos y circunstancias que pretenden augurar un futuro próspero y feliz al nuevo régimen político. Por ello no sorprende que esta positiva imagen de España acabara siendo conocida como «La Niña Bonita». Fue como el anuncio de que se iniciaba una nueva era, surgida a raíz de la abdicación del rey Amadeo de Saboya, el 11 de febrero de 1873, precisamente la fecha que aparece grabada en el pedestal. Con la desaparición de la monarquía la soberanía pasaba a residir exclusivamente en la nación y el pueblo se convertía en dueño de su propio destino. Esto es lo que parece indicar el recurso efectista del arco iris atravesando el cielo, transmutado en la bandera de España. La imagen de España como La Niña Bonita alcanzó tanto éxito que fue reeditada años después como emblema de la Segunda República (1931) aunque de manera más recatada, pues la figura femenina se cubrió por completo con una túnica blanca bastante puritana.
Josué Llull, Doctor en Historia del Arte
Fuente: www.arteiconografía.com
Más Información: Alegorías Republicanas. De Hispania a la Niña Bonita