Hay trincheras y tumbas dignas, y otras que están llenas de oprobio.
Decididamente, España es país para fascistas. Un territorio en el que en muchas ocasiones a los grupos antifascistas se les tilda de extremistas o radicales, ignorantes, los que así se manifiestan, de que antifascista o antinazi sólo se puede ser desde la más estricta radicalidad. En el sentido de que esas funestas ideologías (que son la misma con ligeros matices) deben ser, combatidas, arrancadas de raíz de cualquier sociedad.
El nazismo es una de las peores expresiones de desdén por el sentido de la palabra humanidad que ha conocido la historia. El nazifascismo, aparte de surgir como arma de ataque de una burguesía aterrorizada por el peligro comunista, es esencialmente criminal pues plantea la superioridad intrínseca de unos seres humanos sobre otros, Humanos nacidos para mandar (hipotéticos arios en Europa o nipones en Asia) y humanos nacidos para obedecer (eslavos en Europa o chinos en Asia). Sé que ese elemento ha estado presente (y lo que queda) en la historia durante milenios. Amos y esclavos. Señores y siervos. Es la esencia del devenir histórico. Y esa esencia alcanzó su culmen en el siglo XX de la mano de Hitler y sus secuaces. La consecuencia se llamó Segunda Guerra Mundial. Un conflicto que, entre 1939 y 1945, dejó 60 millones de muertos, de los cuáles 25 millones eran soviéticos. Lo he dicho en alguna otra ocasión: desembarcos de Normandía y soldados Ryan aparte, la tumba nazi empezó a cavarse en las llanuras de Rusia. Y desde Rusia, con el amor del gobierno pepero, vía Ministerio de Defensa, son repatriados los cadáveres de los voluntarios de la División Azul que fueron a combatir, bajo las ordenes de Hitler, por una causa, más que injusta, miserable.
Contraste. Desde 2012 el gobierno del PP no ha asignado ninguna cantidad económica para la exhumación de los enterrados en fosas comunes y cunetas por enfrentarse al fascismo y defender, aparte de la legalidad republicana, ideas de justicia social, de vida digna para cualquier ser humano. Se apoya, se facilita con erario público, el retorno de los restos de quiénes libremente optaron luchar y morir, apoyando a una fuerza invasora, por una doctrina genocida, y se ningunea, bajo la excusa falaz de la crisis económica, localizar y descubrir los restos de aquellos que anticiparon en tres años (1936) la lucha antifascista en la que se vio envuelto el planeta.
Lo siento, pero no. Todos los muertos son iguales en su paso a la inexistencia física y en el dolor que su pérdida deja en sus allegados. Pero no todos los muertos son iguales en el sentido que dieron a sus vidas. La muerte no lava la acción reprobable del que murió luchando voluntariamente bajo la esvástica. Sin embargo, haciendo honor al "Spain is different" (y paraíso de fascistas), el mayor asesino del siglo XX sigue enterrado en un lugar de privilegio sufragado por todos, mientras más de 100.000 republicanos y antifascistas siguen amontonados en fosas comunes, víctimas de un gobierno que los derrota de nuevo, repatriando, por encima de sus cadáveres, los cadáveres de quiénes fueron a luchar por un mundo más injusto.
José Juan Hdez
Fuente: Blog del autor