Una vez consolidado el régimen republicano en Francia se inició una etapa política más estable. Este período, que abarcaría entre 1879 y 1885, estuvo dominado por dos grandes figuras. En primer lugar, estaría Léon Gambetta, que pesar de ejercer muy poco tiempo el poder y morir en 1882 ejerció una gran influencia en vida y dejó muchos partidarios. El otro personaje es Jules Ferry, que ejerció diversas responsabilidades en aquella época. En realidad, estamos hablando de las dos grandes ramas del republicanismo francés en el poder. Ferry, junto con Grévy, encabezarían la Gauche Républicaine (Izquierda Republicana), aunque luego pasaría a llamarse la Union Démocratique. Sus integrantes defendían un cierto progresismo pero moderado y creían en la integración de los sectores políticos mucho más conservadores en el sistema político republicano. Los gambettistas formaron la Union Républicaine, a la izquierda de la anterior formación. Pero, además de los sectores monárquicos conservadores y católicos hacia la derecha, había fuerzas republicanas a la izquierda, los radicales, y más a su izquierda, aunque en ocasiones no muy alejados, los socialistas; de hecho, comenzó a hablarse en las campañas electorales de los radical-socialistas. En el seno del radicalismo destacaría una figura que posteriormente tendría un mayor protagonismo en la III República. Nos referimos a Clemenceau, que luchó por la plena separación entre la Iglesia y el Estado, contra la política colonial, y a favor de la supresión del Senado.
Jules Ferry |
Bajo una evidente inestabilidad gubernamental, habida cuenta de los problemas para conseguir mayorías parlamentarias, la III República era ya un régimen político estable con alternancia de gobiernos de ambas formaciones políticas republicanas. Y aquí es donde se explica el empleo del término “oportunista” que se aplica a este período. Si los dos partidos, en la órbita del centro o centro-izquierda, se consideraban “republicanos de gobierno”, los adversarios los calificaron de “oportunistas”. Se referirían al tipo de política que desarrollaron, nada dogmática, muy flexible y reformadora, que no gustó nada a la derecha católica por su componente laico, ni a los monárquicos por razones obvias, pero tampoco a la izquierda radical y socialista porque no profundizaba en las reformas sociales y porque les acusaban de ser muy permisivos con los poderes tradicionales de Francia.
Las reformas que se emprendieron en esta etapa se encaminaron a consolidar la República en una dirección democratizadora. En este sentido estaría la reforma constitucional relativa al Senado del año 1884, y también la ley municipal. En el plano de los derechos se restablecieron las libertades de prensa y de reunión, así como el derecho de asociación en el año 1884, rompiendo claramente con la legislación antisindical, cuyos orígenes habría que situarlos en tiempos de la Revolución francesa. En materia educativa se dieron las conocidas como las “leyes laicas”, que reorganizaron profundamente la enseñanza en Francia. En 1880 se modernizó y amplió la enseñanza secundaria. En 1881 se aprobó que la enseñanza primaria fuera gratuita. Al año siguiente, la enseñanza primaria pasó a ser obligatoria y laica. Esta medida generó una intensa polémica en Francia por la firme oposición de los sectores políticos y sociales católicos. En este sentido, el conflicto se agudizaría en 1884 con la aprobación del derecho al divorcio. Las medidas laicas se extendieron, en el siguiente período de la III República, a otros ámbitos como el sanitario, el de los espacios públicos, al limitarse la presencia de la Iglesia en los mismos (procesiones), y en los edificios públicos al prohibirse los símbolos religiosos, etc..
En política exterior, aislada por la diplomacia de Bismarck, Francia se lanzó con mucho éxito a la aventura imperialista. Jules Ferry pasaría a la historia no sólo por sus reformas en la enseñanza, sino, sobre todo, por ser uno de los grandes impulsores del colonialismo moderno francés.
El problema más grave que se tuvo que afrontar en la etapa de los oportunistas fue la crisis económica de 1882. Se produjo un verdadero crack financiero que afectó a los bancos, pero además la crisis llegó también a la industria textil, generando un considerable aumento del paro. En el campo, las cosechas de trigo cayeron en picado y la temible filoxera destruyó muchísimos viñedos, afectando a una industria básica de Francia, la del vino.
En 1885 caía Jules Ferry, iniciándose una nueva etapa en la historia de la III República.
Eduardo Montagut
Twitter: @Montagut5