Poco se le puede pedir a un pueblo que olvida pronto, que desconoce, que finge y solapa. Poco se puede hacer con un tropel de mamarrachos que se escuda en la religión y en el perdón para ocultar verdaderos crímenes de lesa humanidad. Sacerdotes y pastores hipócritas beneficiarios de las mieles del sistema opresor, que descalifican las luchas de los defensores de Derechos Humanos. Togados peleles y serviles de genocidas impunes. En Guatemala por decreto no existió el genocidio dicen los traidores y desleales a su propia sangre indígena, rezo que repite la sociedad de doble moral.
Hablar de conciencia en un país como Guatemala es arar en el mar. Hablar de identidad y justicia es lanzar las palabras al viento. Con un pueblo adormecido, intencionalmente amnésico y sumiso y un tanto cómodo cuando le conviene, no es casualidad que la justicia esté enterrada en cualquiera de la fosas clandestinas donde yacen los restos de miles de guatemaltecos que soñaron con un país equitativo.
Es asfixiante, con un sistema de justicia corrupto donde lo que sobresale es el tráfico de influencias, del que se benefician quienes nadan a sus anchas en las aguas negras de la impunidad. Como un tiro en la sien es hablar de un juicio por genocidio contra asesinos como Ríos Montt, teniendo el sistema de justicia en contra. Sabiendo que las artimañas son solapas por togados; elegantes y finos, exclusivos de la peste traidora y sus castas aduladoras.
Ríos Montt ya tuvo su juicio por genocidio y el 10 de mayo de 2013 fue sentenciado a 80 años de prisión. Diez días después, la pestilente Corte de Constitucionalidad le dio carpetazo y anuló la sentencia, como si del resultado de un juego de fútbol se tratara. El pueblo no se manifestó, no prestó atención al juicio, le dio igual, pocos fueron los que con su sangre roja, su identidad y su conciencia y su sed de justicia, estuvieron atentos y celebraron la sentencia. También lloraron la desilusión y la traición de la Corte de Constitucionalidad.
En pocas horas se llevará de nuevo a cabo el juicio por genocidio contra Ríos Montt. No hay alarma en la sociedad, no hay deseos de buscar justicia, ni se mosquean, alaban a su presidente genocida y a su gabinete de ladrones y asesinos. Y no hablo de quienes ignoran la realidad, hablo de quienes la saben y la entierran para no verse en la responsabilidad de exigir porque les conviene más el beneficio del silencio y hacerse los desentendidos. Tres golpes de pecho y el diezmo son las solución a los males de la doble moral guatemalteca.
No hay que ser muy inteligente para saber por qué en Guatemala no triunfó la revolución, -si abundan los ojetes y los orejas- por qué siendo realista, jamás logrará ser un país socialista, es que pesa más la apatía y la comodidad. La haraganería y la desmemoria intencional. Porque de identidad no tenemos nada. Porque mientras no nos toque la violencia y la injusticia de cerca no nos involucramos como pueblo. La revolución necesita líderes pero más a su pueblo y el pueblo guatemalteco es holgazán e indiferente. La educación superior se utiliza como beneficio personal. La democracia en Guatemala es un futuro que no se visualiza porque nos gana la indolencia y el disimulo.
En pocas horas se iniciará de nuevo el juicio por genocidio contra Ríos Montt y el asesino ya movilizó a toda su defensa para que invente cualquier excusa médica para no verse sentado en el banquillo y escuchar los testimonios de los sobrevivientes a sus masacres de militar.
Están ahí las expectativas, la sangre derramada, los huesos rotos, las fosas clandestinas. Las niñas abusadas, sobrevivientes de torturas, están ahí las familias destrozadas. Las miradas transparentes, las palabras que hablan la verdad de la injusticia y el oprobio. Están ahí la esperanza, la lealtad y las fuerzas para este nuevo juicio a las puertas de las fauces de un sistema impune.
No todo está perdido, siempre hay gente justa y honesta. Siempre hay gente que lucha por la justicia. Es un camino cuesta arriba, contra el tiempo y contra la tropelía, pero para eso están los comunistas, los socialistas, los cabales, los justos, los que no olvidan, porque olvidar es repetir. En Guatemala sí hubo genocidio y los culpables tienen que pagar para que Nunca Más.
Ilka Oliva Corado
@ilkaolivacorado