Aunque si quieres hacerlo antes y es para decir que renuncias a tus “derechos divinos”, bienvenido sea.
Hoy, como es tradición, y como ya lo fue lanzar cabras desde un campanario y sigue siéndolo alancear toros en Tordesillas, su majestad Felipe VI “el preparado” pondrá a buena parte de los ancianos nostálgicos y a los periodistas del país frente al televisor en su emisión urbi et orbi.
Como su abuelo político y su padre, pero sin palio que lo acompañe (al menos que se sepa), aunque envuelto en un presunto halo de renovación y modernización de la institución, será otra vez en estas entrañables fechas (para los católicos y cristianos) y en un Estado aconfesional y de derecho, cuando el Jefe de dicho Estado se dirija a sus súbditos.
Seguro que no dirá que la escasa legitimidad de su padre –pues él ni eso–, reside en los mayores de 54 años, que son los únicos que pudieron votar el todo o nada, el paquete completo, porque ni esos que pudieron votar fueron libres. Seguro que no habla de esas tres restauraciones borbónicas, y de cómo una y otra vez por puro egoísmo real (-mente demente), su familia nos ha costado miles y miles y miles de muertos. Seguro que en esa formalidad habitual no tiene cabida el sentido común y la humanidad más allá de palabras huecas si salen de su boca.
Seguro que no nos contará nada interesante. Así que nos lo podría ahorrar y al menos ganaría en dignidad. En la dignidad de los que van de cara: “soy una imposición y no juego a confundir”. Eso sí estaría bien. De lo contrario su aburre-muertos que lo aguante su padre, al que tampoco sé si le hará mucha gracia.
Paco Bello
Fuente: www.iniciativadebate.org