Somos ya bastantes los impactados al contemplar ese espectro hipócrita que nace en iglesias y deambula por nuestras ciudades, se manifiesta con apoyo del poder, y lo más intrusivo, ¡pretende entrar en nuestras familias! No es más que el espectro de la doble moral, que ya damos más que por conocido en nuestro día a día, pues, al igual de esperpéntico que nuestra política, no parece querer ser más que un baile de máscaras, en el que el rostro católico se ve encubierto por un aparente discurso de Derechos Humanos.
"Todos los seres humanos somos iguales. Hay que devolver los derechos robados a los más débiles." Alicia Latorre, presidenta de la Federación Española de Asociaciones Provida.
De ser así, no tendrían el apoyo conservador de una élite política con un pie en el Parlamento, y el otro, un día en misa, y al otro en Endesa. Un discurso tan emotivo como puede ser hablar de "los más débiles" pierde seriedad y hasta respeto cuando excluye a los nacidos, a los ciudadanos, a fin de cuentas.
Esta ética que se olvida de que los débiles, son quienes se levantan cada mañana y defienden con uñas y dientes unos derechos que sí que costaron vidas conseguir. Esos son los débiles. Quien sufre el frío del invierno, quien no puede estudiar por no poder pagarse la matrícula, esos padres que dan el pan que tienen a sus hijos, esos son los débiles. La embarazada despedida, que sufre la discriminación laboral por parte de su jefe, o la pareja que no tendrá hijos porque no tienen ni para ellos, aunque por tener, tengan dos carreras. Estos son los débiles, y cuando analizamos la realidad, no hay doble moral que valga, no hay éticas exclusivas, pues si realmente están a favor de la vida, es contradictorio que esos mismos hagan políticas antisociales y recorten en libertades individuales de la mujer para decidir sobre su cuerpo, sobre su propia vida, que recordemos, solo tiene un dueño.
Guillermo Vera