El próximo lunes el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) publicará una nueva encuesta que será un auténtico tsunami para el bipartidismo. Hace tiempo que amenazaban con la llegada del lobo, y por fin, como no podía ser de otra manera, ha terminado por llegar. Los pastores no han reaccionado a pesar de que la deconstrucción de nuestro sistema de partidos estaba garantizada. La clase política está atenazada por el miedo.
Mariano Rajoy ya conoce la encuesta. Y ha entrado en estado de pánico el mismo día que sus cuates de la red “Púnica” fueron presos en una redada. Además, el presidente del Gobierno sabe que en los próximos meses o semanas van a salir a la luz nuevos casos de corrupción, entre ellos una nueva entrega de Caja Madrid y en otras cajas de ahorro españolas.
Han salido a pedir perdón a los electores haciendo hincapié en que los últimos corruptos de la redada “Púnica” robaban para beneficio personal. Esta aclaración siembra la duda de si el presidente del Gobierno y Esperanza Aguirre estiman que la nómina de anteriores corruptos saqueaban también para el partido.
El perdón esta asociado a un concepto ético y religioso. La confesión católica exige relatar al confesor los excesos cometidos y cumplir una penitencia para alcanzar el perdón. Si aceptáramos la validez del perdón en el ámbito de la política, no se entendería que no tuviera en cuenta la penitencia; y ésta no se podría disgregar de responsabilidades políticas.
Un político o un responsable de cualquier índole puede equivocarse al designar a un colaborador. Puede ser una excepción que en modo alguno se puede establecer en regla. Si los colaboradores corruptos amenazan con organizarse en un listín de teléfono, el responsable de esos nombramientos está abocado a asumir sus responsabilidades, su incapacidad para gestionar asuntos públicos con personas honradas, y por lo tanto abandonar la política.
A la fuerza ahorcan. El mismo día de la última redada, el PP expulsó a Rodrigo Rato, con quien habían pactado un receso con suspensión cautelar de la militancia. Ahora se impone lamanu militari como un contraataque desesperado para salvar las últimas trincheras. Pero, ¿es demasiado tarde?
Desacreditarse requiere su tiempo; reiteración en conductas obscenas y agotamiento de los pacientes electores. Recuperar la confianza cuando ha existido una decepción profunda es obra de titanes. La memoria suele ser frágil para recordar los éxitos y más bien aguda cuando se trata de los fracasos.
El terremoto de la corrupción afecta a los dos grandes partidos y a CiU con las continuas revelaciones sobre la familia Pujol. Ytampoco salvará al PSOE la estrategia del “y tu más” con el PP mientras no haya una reacción sobre la corrupción que afecta a la Junta de Andalucía. Es doloroso matar al padre y matar al hijo. Pero aquí ya no vale mirar para otro lado por muy traumáticas que sean las decisiones que han de ser tomadas.
La foto del primer gobierno de José María puede constituir el juego de buscar a quien no esté o haya estado imputado. Ese fue el origen, sin duda, de esta orgía de saqueo al calor de la especulación inmobiliaria y del control político de las cajas de ahorro.
Están en marcha investigaciones en otras comunidades autónomas porque hay indicios de corrupción en muchos sitios. Los jueces y fiscales se han puesto las pilas porque no quieren que la riada se los lleve por delante. En el horizonte aparece un nuevo concepto en España: Mani Puliti se instituyo como el tiempo en que los jueces italianos, con algunas sombras importantes en su actuación, decidieron hacer una limpieza en la mafia y en la política. Los partidos clásicos italianos se deshicieron como un azucarillo, dando paso a populismos y organizaciones políticas que todavía no se han sedimentado en un nuevo sistema de partidos.
Alarma general contra Podemos, sin todavía haber decretado que la única forma de contrarrestar esta irrupción que todo lo arrasa es la regeneración política profunda.
Mariano Rajoy acierta en su estado de pánico. Pedir perdón, en política, llama la atención. Pero es insuficientes sin asumir responsabilidades por los errores cometidos.
Carlos Carnicero
Fuente: www.ccarnicero.com