Sería adecuado calificar a la educación como la más acertada de las inversiones de un país. Un arma de largo alcance, cargada de futuro, capaz de pulverizar al más férreo de los sistemas y a la más hermética de las tiranías. Temida por las cúpulas oligárquicas, halagada por las amplias capas populares; esencia de la evolución humana, eterna enemiga del conservadurismo social.
En resumen, hablamos de la principal herramienta para configurar una sociedad “madura intelectualmente”. El modelo de sociedad despierta que toda cúpula despótica teme. Y con razón, las esferas gubernamentales españolas, herencia directa de una dictadura fascista, han volcado su esfuerzo en destruir y reducir el elevado potencial del sistema educativo. La oligarquía político-financiera que domina el ámbito público del país recurre suciamente a recortes y medidas contrarias al desarrollo intelectual de la población. Son conocedores del riesgo que supone para el mantenimiento de sus privilegios el contar con una sociedad intelectual y culturizada. Por tanto, los frecuentes ataques gubernamentales hacia la educación pública responden al ansia de una “neo-aristracia” por mantener, mediante la irracionalidad y el tradicionalismo, las bases de un sistema que les beneficia.
Educar es mostrar, mostrar es conocer, iluminar. Una educación verdaderamente al alcance de los españoles, igualitaria y de calidad, supondría un elevado riesgo para el mantenimiento de las actuales estructuras de gobierno. Supondría contemplar, sin tapaderas, la injusticia cometida entre quienes ostentan los cargos de máxima responsabilidad; juzgar objetivamente la denigrante gestión de los principales encargados del funcionamiento estatal. A largo plazo, los que hoy podrían promover un adecuado modelo de educación pública habrían sentenciado su propio destino.
La educación no será nunca defendida por quienes en la actualidad nos gobiernan (pues la intelectualidad es incompatible con su gestión), por lo que tendremos que ser nosotros, los ciudadanos/as, quienes reclamemos un modelo educativo que asiente las bases de un futuro cargado de racionalidad, conocimiento y cultura. Quienes destruyen la educación nos condenan a décadas de opresión, pobreza y subdesarrollo, nos condenan a vivir anclados y a someternos bajo sus propias directrices.
Esta semana no solo lucharemos por la mejora de la enseñanza, sino por el porvernir que queremos para España: un porvenir de libertad, igualdad, democracia y progreso. Necesitamos la movilización juvenil, pues un presente de indiferencia es un futuro de opresión.
Javier Sabín
Agrupación Salud & República