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“Cuando los obispos se exhibían brazo en alto” o cómo la iglesia apoyó al franquismo

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Los historiadores Francisco Espinosa y José María García Márquez publican “Por la religión y la patria. La iglesia y el golpe militar de julio de 1936”, una obra que despieza la participación de la jerarquía eclesiástica española en la construcción de la dictadura franquista.

La curia pasó de sentirse víctima de la República a colaborar “con los piquetes de ejecución” mediante denuncias e informes político sociales, un “integrismo religioso” que obtuvo, por apoyar el alzamiento armado, “demasiados réditos que aún se mantienen”.

“Iglesia en este país en 1936 significaba derecha y golpe”. En la convulsa Europa de entreguerras, España aparece como labrantío de conflictos no menos agitado: Segunda República, golpe de Estado, Guerra Civil y franquismo. Y en ese tiempo hubo quien fue “a la vez víctima y verdugo”. Es el retrato que hacen los historiadores Francisco Espinosa Maestre y José María García Márquez en el libro Por la religión y la patria. La iglesia y el golpe militar de julio de 1936 (Crítica). Denuncias, informes político sociales, participación activa en la construcción del régimen dictatorial… Una verdad “tal vez incómoda”, dicen, pero necesaria para completar la visión de un momento donde “el integrismo religioso no conocía otro lenguaje”.

La obra es una crónica de cómo la iglesia española pasó en pocos años de sentirse víctima de la República a colaborar “con los piquetes de ejecución”. De lo primero, afirman, de sufrimientos y mártires, se sabe todo. No han dejado “de promover su memoria”. De lo segundo, “no se suele hablar”. Pero la iglesia desempeñó un papel determinante en apoyo de los golpistas, “cuando los obispos se exhibían brazo en alto junto a los militares sublevados”. Cuestiones que Espinosa Maestre y García Márquez tratan, de manera conjunta, para eldiario.es/andalucia.

La iglesia, “cooperador activo” en la represión
La iglesia, entonces, desempeñó “un papel de apoyo en todo momento, antes y después. Desde el mismo nacimiento de la República, la iglesia se opuso a ella”. Y al producirse el alzamiento militar, “lo apoyó abiertamente por lo que suponía para combatir a su enemigo y mantener sus privilegios”, sostienen los investigadores. Luego, durante la dictadura franquista, el poder eclesiástico “fue un pilar fundamental para el sostenimiento del régimen”.

“La iglesia siempre ha querido hablar de la ‘persecución religiosa’ de que fue objeto durante la República y de sus ‘mártires’ después del golpe”. A recuperar y fomentar esta particular memoria histórica de la curia, dedican “decenas de libros y esfuerzos”. Mantienen “silencio” no obstante sobre la participación “en la dictadura”, afean José María García y Francisco Espinosa. “Ahí se demostró”, precisan, “que formó parte indisoluble del franquismo”.

Y el papel de la iglesia en la represión, ¿fue también crucial? “Fue un cooperador más, incluso activo”, responden. Y continúan: “No solamente sus dedos señalaron a los que consideraron culpables, sino que se prestaron a unir sus informes a los de la policía, la Guardia Civil o Falange”. Incluso contra religiosos “sacrificados por no ajustarse al canon nacional católico y aquellos que se mostraron críticos”. Obviamente, apuntan.

A los disidentes con la postura oficial, la iglesia española tenía preparada la misma carta jugada “en toda su historia: apartarlos, expulsarlos, detenerlos e incluso justificar su asesinato. El integrismo religioso no conocía otro lenguaje y la jerarquía eclesiástica española era integrista en su gran mayoría”. Con excepciones, caso del “cardenal Vidal i Barraquer”, sostienen.

Religión como sinónimo de “derecha y golpe”
¿Nombres? ¿Responsables? “Se han citado muchas veces al obispo de Salamanca, Plá y Deniel, o al cardenal primado, Isidro Gomá”. Son ejemplos, dicen, “nombres muy populares”, de los escalafones más altos “y responsables de la actitud de la iglesia”. Pero fueron “muchos, muchos”, repiten, “los religiosos que se destacaron en la represión”. Aunque no sean conocidos. Y otros que pecaron por omisión y “prefirieron mirar hacia otro lado, que era más cómodo”.

En los pueblos, los episodios quedaron repetidos. Con más énfasis a veces. “A nivel local fueron muchos los párrocos que llevaron a cabo una activa política represiva y sin olvidar que no solamente lo hicieron por planteamientos revanchistas o vengativos, ya que muchos de ellos estaban abiertamente identificados con los derechistas locales más recalcitrantes”. Y queda pendiente, sostienen, “una intensa investigación en muchas localidades”.

Pero la iglesia demostró “celo en ocultar la represión”. ¿Qué ocurre con los archivos eclesiásticos? “Están al servicio de los investigadores pero incompletos”. ¿Impedimentos? “El problema llega cuando se pretende tener acceso a los expedientes personales de los curas. Ahí empiezan las dificultades”. También es “complicado” acceder “a la correspondencia reservada que mantuvo la curia con los golpistas y el nuevo régimen” o a los informes “que cada cinco años enviaban a la autoridad eclesiástica de su diócesis”. Documentos que eran “verdaderos informes político sociales”.

¿Y la iglesia como víctima? “No fue una víctima distinta a los militares golpistas, Falange, los terratenientes… que, por cierto, tuvieron muchas más víctimas que la iglesia”. Como parte “de la misma derecha” afrontó “la violenta contestación popular”. Fue “contendiente” y no solo víctima. “Iglesia en este país en 1936 significaba derecha y golpe”, resumen. Y obtuvo beneficios que aún ostenta: “Demasiados réditos. Incrementó sensiblemente su poder en los años de la dictadura, a cambio de su apoyo, y esto le permitió extender su influencia política entre las élites de este país”. Una atribución “que aún se mantiene y sus sectas son muy operativas”. “Que algunos quieran seguir insistiendo en que el Estado es laico, es un mal chiste”, concluyen, “no existe en los países de nuestro entorno europeo otra iglesia más intrusa ni con más privilegios”.

Juan Miguel Baquero



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