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Carta abierta a Rajoy: "Me condenan ustedes al exilio"

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Querido Presidente:

Le escribo mientras tramito mi baja en el régimen especial de autónomos. Soy una joven de 25 años, esa edad en la que el paro castiga especialmente a los jóvenes en este territorio que usted gobierna. Me licencié en Periodismo y ahora estoy estudiando un ciclo de grado superior de imagen (fotografía, vídeo, iluminación). Llevo trabajando como periodista desde segundo de carrera, cada vez con más dificultades. Este verano he tenido que hacerme autónoma para trabajar en un estudio de fotografía en el que me pagaban demasiado poco, tan poco que me da vergüenza hasta decir cuánto. Con su maravilloso plan para emprendedores jóvenes, si ahora me doy de baja los meses de bonificación en la Seguridad Social me siguen contando, por lo que la próxima vez que me dé de alta (si es que hay próxima vez), tendré que pagar el triple que ahora. No es que yo sea un caso especial, pero veo mi currículum lleno de experiencia, cursos complementarios y pone que hablo cinco idiomas. De hecho parte de mi verano lo he dedicado a recibir clases en una academia de alemán. De las siete personas de mi grupo, al menos cuatro se habían apuntado a alemán para abrir sus expectativas laborales fuera de nuestras fronteras.

Quiero que sepa lo enfadada que estoy con su Gobierno y con los anteriores por haber separado a tantas familias y deshilachado algunos lazos amistosos. Cada día, cuando abro mis redes sociales, comienzo a leer cada vez más mensajes escritos en otros idiomas. No son de mis amigos extranjeros, sino de mis amigas y amigos españoles a los que les ha dado por la aventura, como dirían ustedes. Echando un vistazo rápido a mi Facebook puedo contar la historia de Elena, comunicadora audiovisual, quien tuvo que irse a Sudamérica tras dos años en paro impartiendo clases de música mal remuneradas; de Miguel, economista, a quien la beca Erasmus llevó a Alemania, y la falta de trabajo en España le hizo quedarse allí trabajando en un restaurante de comida rápida mientras busca un trabajo mejor; Marta, que emigró a Reino Unido y ahora trabaja en una tienda de souvenirs; Carlos, quien encadena trabajillos temporales como periodista demasiado mal pagados para el nivel de vida de Francia; Sandra, a quien una beca universitaria llevó a Chile y que tuvo que hacer lo indecible para encontrar trabajos en el campo audiovisual que no le llegaban para mantenerse allí sin la ayuda de sus padres y que, ante la demora de la visa y de no encontrar un nuevo trabajo antes de que se le caducase su estancia allí, tuvo que volver de "vacaciones" para volver a entrar como turista; Joaquín y Dani, que en Inglaterra y Portugal trabajan como comunicadores gracias a sendas becas de cuantía escasa con fecha de caducidad próxima, o de muchos de mis compañeros de promoción en la facultad, que el año pasado hicieron un máster gracias al esfuerzo económico de sus padres, y este año se encuentran en territorio de nadie, sin saber a qué puertas llamar porque ya han llamado a miles. Llega hasta tal punto la aventura, que tengo amigos que se fueron, trabajaron un tiempo precariamente y volvieron a España. Ante la tesitura de elegir estar en casa aguardando una esperanzadora llamada durante meses que nunca ocurrió, volvieron a elegir precariedad. Pero también tengo otros que aún forman parte de mis recuerdos más cercanos, en su mayoría gente atrapada porque no puede permitirse la idea de que sus padres les mantengan en el extranjero mientras encuentran trabajo y que aquí tampoco han tenido la suerte de obtener un empleo (de dignidad ya ni hablamos).

Por cierto, ya que estamos, le confieso que he vuelto de la oficina de la Seguridad Social llorando. Y es que al darme de baja tendré 90 días de cobertura sanitaria y luego volveré a ser beneficiaria de mi padre, hasta dentro de unos meses, cuando quedaré expulsada del sistema sanitario si no estoy cotizando y se me dará una cobertura caritativa que no sé exactamente qué necesidades cubrirá. No es que llore principalmente porque se pisoteen mis derechos, llevo años teniendo que malacostumbrarme a que sus compañeros de partido y sus predecesores en el cargo infravaloren mis méritos con contratos cada vez más precarios para jóvenes y reformas laborales con tendencia al despido libre y gratuito, que será el colofón a todo este desastre. Quiero que sepa que no creo que sirva de mucho escribirle, también estoy harta de ver cómo infravalora mi profesión dando ruedas de prensa en las que aparece a través de una televisión de plasma, no contesta a todas las preguntas o tiene medios servilistas a su servicio. Quiero que estas líneas puedan llegar los que también lo pasan mal por diversos motivos gracias a esos estupendos recortes o desfalcos.

Supongo que la mayoría de los jóvenes de su partido no se identificarán para nada con mi situación. A veces los veo en televisión y me pregunto si vivimos en el mismo país porque, mientras mi mayor preocupación es intentar conseguir una oportunidad mientras lucho contra los abusos, algunos se dedican a reírse de ancianos estafados, a alabar sus políticas de recortes indiscriminados o a fotografiarse haciendo el saludo fascista, aprovechando la tolerancia que se tiene con este tema en un país aún con serias lagunas democráticas provocadas por una dictadura de casi 40 años.

Quiero que sepa usted que siempre me tendrán enfrente. Desde pequeña mis padres me han enseñado a luchar por alcanzar mis metas sorteando las pequeñas derrotas diarias y no pienso rendirme. Sin duda lo peor de mis lágrimas de hoy ha sido que mi madre haya tenido que presenciar el espectáculo de verme derrumbada sin poder hacer nada para cambiar esta situación. Es una de las mujeres más luchadoras que he conocido en mi vida, se lo aseguro. Este nuevo curso vuelvo a vivir en casa. Estoy ahorrando para emigrar el año que viene y mi forma de financiación pricipal consiste en guardar el dinero que destinaba a pagar mi piso de alquiler en la ciudad donde estudio, que me pagaban mis padres. Lo digo con vergüenza porque aún tengan que mantenerme, aunque también con orgullo por la suerte que he tenido de tener una familia que me ha enseñado tanto. No quisiera que esta carta se quedase en lo anecdótico, le propongo que se reúna con un grupo de jóvenes de mi edad para conocer sus historias y escucharnos. Muchos seguramente le habrán votado con la perspectiva de lo que decía en el periodo de campaña que haría por nosotros. Usted y su equipo de Gobierno han roto muchas ilusiones. No quiero olvidarme del señor Wert, quien ha expulsado también a muchos amigos míos de la Universidad por no poder hacer frente al desorbitado precio de las matrículas.

Hoy ha sido un día emocionalmente vacío debido a todo lo que tranquilamente le he relatado. Y es que me están condenando ustedes al exilio, y esto duele.

Laura Cruz

Fuente: www.publico.es


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