[En recuerdo de mi abuelos, Carmelo y Donnina, que pese a ser ellos mismos deportados y perseguidos por el fascismo español arriesgaron sus vidas en 40-44 por ayudar a escapar a barcos aliados a refugiados de la Europa ocupada, convirtiendo su hogar en la última escala de una larga cadena de solidaridad antifascista]
Un hombre justo salva a la humanidad. Uno sólo nos muestra que el crimen, el mal, el odio, pueden ser derrotados. Una sola persona decente de verdad es la negación del odio. Si al justo le acompaña la justicia y la solidaridad activa de los que comparten sus valores las cosas podrán cambiar algún día y no estaremos obligados a repetir el ciclo de muerte, odio e ignorancia fanática que parece atenazar a la humanidad. ¿Hay un justo al menos en Israel?
Estos días vemos escenas en Gaza que repugnan a cualquier ser humano decente. Son ya más de 500 muertos en apenas unos días, la casi totalidad civiles indefensos. Que no se engañe nadie, no es un problema de guerra, o de seguridad y policía, o de perseguir a criminales que hayan cometido delitos, es otra cosa. Bombardeos aéreos, artilleros, carros de combate contra una población indefensa, cientos de muertos y heridos, familias enteras, cuerpos destrozados, mutilados por la metralla de forma atroz. Y por sí fuera poco, risas y aplausos desde colinas cercanas en la noche viendo los estallidos de muerte. Jóvenes aplaudiendo la llegada da la muerte a la casa del vecino. Jóvenes besando las granadas de metralla, voces pidiendo la muerte de las madres palestinas por traer hijos al mundo. No es broma, no es una exageración, ha ocurrido, lo han publicitado obscenamente los mismos que lo han hecho; se regodean en su poder, en el dolor ajeno, en la venganza. ¿Cómo han podido llegar tan bajo?
Si nos horroriza la noticia de la muerte de aquellos tres jóvenes israelíes secuestrados y asesinados, si el dolor de sus padres nos llegó al corazón, ¿vamos a ser insensibles a los miles de personas que lloran y sufren cada día en la tierra martirizada de Gaza por este estallido de odio frío, de esta muerte tecnológica que les llega? ¿Vamos a callar al ver a esos jóvenes israelíes que se degradan a sí mismos al mostrar su odio de forma tan obscena? ¿A hacerlo cuando escuchamos en la Kneset semejantes barbaridades? No, no podemos. Un crimen se combate con justicia, no con la barbarie y el odio.
Gaza es un gigantesco campo de concentración, un horror en la vida, una trampa sin salida. Sus habitantes son una población que sobra en el haber de algunos en Israel, una discontinuidad que debe ser «normalizada», un «residuo» a hacer desaparecer. ¿Sorprende que haya anidado allí el fanatismo religioso? No debe olvidarse que en la guerra Fría tanto Israel como EE.UU optaron por potenciar el islamismo radical para socavar a los movimientos laicos de liberación nacional árabes como la OLP. La OLP en su época fue no sólo un movimiento de resistencia contra la ocupación israelí de su territorio, sino un instrumento de construcción de una identidad nacional palestina basado en una cierta idea de modernidad y progreso. Sus adversarios no dudaron en destruirles fomentando el integrísimo islámico ciego. La corrupción y mil contradicciones nacidas del bloqueo político en Palestina y hasta en el propio Israel — a Rabin no le mató ningún palestino—, destruyeron la OLP, propiciaron el ascenso de Hamas y acabaron por crear la difícil situación actual.
Es sencillo decir que la culpa de todo la tiene la presencia y la acción de Hamas y sus fanáticos que atacan a Israel. Ya sabemos que son integristas y tienen como rehenes a su propia gente. ¿Pero y el culto, moderno y democrático Israel qué hace? ¿Esa miseria humana que aplaude en la noche la masacre y saluda alborozada el ascenso de las llamas en las que arden familias enteras representa a Israel? ¿O sólo son las bombas?
Sabemos que hay personas en Israel que están horrorizadas con todo esto. Que alzan su voz y no callan, pero el eco de su protesta no alcanza a hacerse oír en las acciones de su ejército y su gobierno. Como en Gaza y Palestina son muchos los que condenan las acciones violentas sin sentido alguno que periódicamente sacuden sus comunidades y su vecindad forzada con Israel.
Hay justos en ambos lados de la verja. Que nadie lo dude, pero sus voces y sus manos no se entrelazan, lo impiden el fanatismo, el odio, el integrismo religioso, el racismo, la ignorancia y los prejuicios, lacras que se dan tanto en un bando como en otro. Israel está prisionera de sus propios miedos, de sus integristas, de sus racistas, de las heridas morales sufridas por tantos años de persecución y aislamiento, de soberbia homicida.
Hace un par de años se conmemoró en Madrid el Holocausto, es decir, se recordó a los que murieron en la persecución nazi, sin duda algo muy procedente y necesario. Las organizaciones hebreas españolas y las autoridades participantes incluyeron en tan digno acto una actuación musical: invitaron a la Coral de la Escolanía del Valle de los Caídos. ¿Cómo fue posible tamaño horror? ¿Cómo fue posible burla tan cruel? ¿Qué les pasa a algunos israelíes que en España son capaces de aceptar el halago y la simpatía de los herederos del fascismo y se niegan a condenar los crímenes franquistas? Sabemos, no obstante, que la bandera de la memoria histórica es defendida con dignidad por muchos israelíes que no olvidan lo que supuso el fascismo en España, la solidaridad de la República con los perseguidos por los nazis o la deportación a los campos de miles de españoles antifascistas. Ningún crimen, error, estupidez o injusticia ciega cometida por los actuales dirigentes de Israel podrán hacernos renegar de nuestra historia común antifascista. Y es desde ella, desde donde hoy alzamos algunos nuestra voz contra la barbarie a la que estamos asistiendo impotentes en Gaza. No debemos callar.
Durante la guerra nacional revolucionaria del pueblo español contra el fascismo, en 36-39, voluntarios palestinos y hebreos lucharon juntos, fraternalmente, en las filas de las Brigadas Internacionales. No lo hemos olvidado y el mundo no debería hacerlo. El enemigo es la barbarie, el integrísimo, el fanatismo, todo aquello que despoje al otro de su humanidad y lo transforme forzadamente en algo a destruir si es diferente. Israel busca destruir a sus enemigos al otro lado de la verja de un campo de concentración, Gaza, pero sólo está siendo capaz de sembrar odio y rencor y de matar en su propia sociedad todo atisbo de humanidad.
Solo los justos pueden salvar a Israel de sí mismo.
Pedro A. García Bilbao
Fuente: Sociología Crítica