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La Junta Republicana deplora la toma militar de Madrid y destaca el “pinchazo” del ‘paseillo’ de los nuevos reyes

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La Junta Estatal Republicana (JER) ha denunciado “la toma militar de Madrid” y “el estado de excepción encubierto” en la proclamación del nuevo rey y ha deplorado que se hayan podido celebrar manifestaciones y concentraciones “en multitud de ciudades españolas, salvo Madrid”.

Desde la JER destacan  “el pinchazo” del baño de multitudes programado por las autoridades locales a Felipe VI y Letizia en el paseo en Rolls Royce descapotable comprado durante la dictadura, con escolta de la Guardia Real a caballo, desde la Carrera de San Jerónimo por Alcalá y Gran Vía hasta la Plaza de España y el Palacio Real. El rey acudió en traje de almirante general de la Armada, con la faja de capitán general que le impuso su padre antes del acto civil de la jura de la Constitución ante los representantes de la soberanía nacional, en el Congreso de los Diputados. Solo saludó a los miembros de las Mesas, los portavoces y los presidentes autonómicos. Los diputados y senadores que quisieron saludarle tuvieron que trasladarse en autobuses al Palacio Real para hacerlo entre los tres mil invitados.

Los madrileños no salieron masivamente a las calles para ver y vitorear a los nuevos reyes, como habían pedido las autoridades locales y autonómicas, que engalanaron el recorrido de cuatro kilómetros con cientos de banderas de España colgadas de las farolas y con grandes macetas verticales, de dos metros de altura, para el evento. Empleados municipales retiraron las papeleras el día anterior para evitar la colocación de artefactos explosivos. En cambio, esas macetas habrían servido a las mentes criminales para camuflar los artefactos. Las medidas de seguridad fueron impresionantes. A las doce de la noche, los agentes antidisturbios y los policías locales vallaron todas las aceras y más de setenta calles cercanas al recorrido. La plaza de Oriente y el Madrid de los Austrias quedó encapsulado. Medio millar de tiradores de elite ocuparon sus puestos en azoteas y tejados.

Las calles por las que los nuevos reyes iban a pasar a las 10:30 de la mañana para llegar al Congreso, fueron cortadas a las 9 horas. Las estaciones del Metro entre Cibeles y la Puerta del Sol, ambas incluidas, quedaron cerradas desde las 9:00 a las 12:00 del mediodía. Miles de agentes y militares –algunos con la bayoneta calada– se desplegaron a lo largo del recorrido. En algunas zonas, como la red de San Luis, se registraron protestas ciudadanas y conatos de altercados porque los policías y los militares no permitían cruzar las calles ni siquiera por los pasadizos subterráneos. Los automóviles aparcados en las calles que desembocan en Alcalá y Gran Vía fueron retirados por las grúas municipales desde el día anterior, pues aunque no entorpecían el recorrido de la comitiva, la alcaldesa Ana Botella prohibió aparcar desde las 10:00 horas del lunes, 16, hasta pasada la proclamación, en prevención de atentados.

El entusiasmo ciudadano fue perfectamente descriptible. Aparte las concentraciones humanas que se registraron en las esquinas de Neptuno, Cibeles y la comercial plaza de Callado, donde las autoridades instalaron dos grandes pantallas para seguir el acto del Congreso, las aceras registraron una o dos filas de curiosos con banderitas de papel previamente distribuidas por empleados municipales. En las esquinas de Mesonero Romanos con Gran Vía se concentraban las prostitutas de la calle Desengaño para ver pasar a los reyes. Ante el Palacio Real, varios miles de personas, entre turistas y vecinos, aguardaron a pie firme la llegada de la comitiva y siguieron esperando hasta que Felipe y Leticia, acompañados por sus hijas, la princesa Leonor y la infanta Sofía, les saludaron desde el balcón principal, flanqueados por Juan Carlos y Sofía. Fueron los dos minutos de mayores vítores y aplausos.

Aunque la Coordinadora Republicana de Madrid acató la prohibición de concentrarse en la Puerta del Sol, dictada por el Tribunal Superior de Justicia, varios cientos de personas se concentraron en la plaza de Tirso de Molina, bastante alejada del recorrido, para reclamar la democratización de la jefatura del Estado, es decir, la III República. Con los transportes públicos suspendidos y los obstáculos establecidos, solo, y con muchas dificultades, los vecinos y los turistas alojados en la zona pudieron acceder al recorrido de los reyes, en el que no ondeó visiblemente bandera republicana alguna.

Luis Díez


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