Brasil está en el centro del tornado. Las miradas hacia el país vecino ya no son sólo por ser la sede del Mundial que está a días de empezar sino que además, para dejar “lindo” el lugar”, desaloja violentamente a los locales y hace la vista gorda ante la creciente prostitución infantil. Parece que sigue la lógica de una gran empresa en la que lo importante es dejar contento al cliente, al visitante ocasional, y que al irse quiera volver.
“Soy feliz siendo prostituta” es el título de la campaña que el Gobierno brasileño lanzó en junio para defender la legalidad de esta práctica y que canceló ante las fuertes críticas que recibió.
“A los clientes se les cobra alrededor de 60 dólares. La prostituta obtiene la mitad de eso, menos las deudas por vestimenta, drogas, alcohol y cosméticos. La niña consigue un cuarto con lo que paga el cliente”, aseguró a Time Thiago, quien admite haber tenido relaciones con niñas menores de 14 años. Esto no es de ahora pero se acerca la fecha en que todos estarán distraídos y nos pareció un buen momento para compartir la nota que hizo la gente de Anred (ver artículo)
Amargo fruto del Mundial 2014
El país anfitrión del Mundial 2014 tiene una prisa febril por terminar sus principales estadios de fútbol a tiempo para el evento deportivo más popular del mundo. Uno de ellos es el estadio Arena Corinthians, en São Paulo, que está preparándose acoger el 12 de junio el partido inaugural entre Brasil y Croacia, un encuentro que verá la mitad de la población del planeta.
Hace 18 meses cientos de obreros de todo Brasil comenzaron a llegar a la ciudad más grande del país para trabajar en la construcción en el estadio, alojándose en las favelas cercanas. Pero con el auge del empleo llegó también la explosión de la prostitución infantil.
Las autoridades brasileñas invierten millones de dólares en el Mundial de la FIFA, que se prevé que será el más espectacular en la historia del campeonato, algo que hizo que los sindicatos del crimen también se prepararan muy a fondo para sacar provecho del evento deportivo.
Según informa el portal News.com, los clanes mafiosos internacionales planean una ola de prostitución infantil organizada en torno a los estadios en más de una docena de ciudades de Brasil, desde la capital, Brasilia, hasta Río de Janeiro, donde los aficionados de fútbol se reunirán durante las seis intensas semanas que durará el torneo.
Las bandas criminales buscan a las menores en las aldeas más pobres del país, donde las drogan o simplemente las compran a sus familiares. La mayoría de las niñas llevadas a São Paulo para trabajar en la prostitución, algunas de las cuales apenas tienen 11 años, viven en la Favela de Paz, un barrio donde cientos de familias no tienen ni electricidad ni agua corriente.
Por la noche, las niñas deambulan fuera del barrio de favelas, en la avenida Miguel Inácio Curi u otras autopistas, en busca de clientes. Después las menores se dirigen con ellos a los moteles o habitaciones cercanos al gigantesco estadio.
Según asegura un periodista y activista local contra la prostitución infantil, Matt Roper, quien ha realizado varias investigaciones sobre la situación, este negocio ilegal tiene lugar ante los ojos de la Policía, los guardias de seguridad y los habitantes de la capital financiera de Brasil.
En su primera entrevista con el periódico británico ’Sunday Mirror’, el periodista ha afirmado que posee información de que narcotraficantes y algunos clanes mafiosos de Europa del este obtienen a las niñas que trabajarán como esclavas sexuales no solo de las aldeas brasileñas, sino también de África, en particular de Congo y Somalia.
Para realizar una de sus investigaciones independientes, Roper ha viajado a São Paulo para conocer personalmente a las niñas prostitutas del corazón económico del país.
Poliana, 14 años
Poliana tiene 14 años y lleva solo tres meses en el oficio. Sin embargo, no le faltan los clientes. La niña vende su cuerpo a los trabajadores del Arena Corinthians por menos de 4,7 dólares durante su hora de comer.
La cama de Poliana, cubierta de muñecos de peluche, se encuentra en una pequeña habitación escondida en un laberinto de callejones con alcantarillado abierto adonde van los obreros para comprar a chicas como ella.
Según cuenta Roper, la adolescente salió a la calle la misma noche que murió su madre. “No sabía cómo iba a encontrar dinero para comer o pagar el alquiler. Pero no pasé mucho tiempo así. Había muchos hombres de la construcción que buscaban sexo”, confesó la niña al periodista.
Por ahora Poliana no está pensando en dejar la prostitución. Hace dos semanas se enteró de que estaba embarazada. Sin embargo, todos los días, a la hora del almuerzo, la joven se arregla para cumplir con sus clientes en uno de los hoteles cercanos a la favela.
“Cuando comience la Copa del Mundo habrá muchas más chicas de mi edad y más jóvenes. Yo soy una de las mayores”, expresa con preocupación Poliana.
Thais, 16 años
Las prostitutas de la edad de Thais se consideran las niñas más ’viejas’ en la profesión.
Esta huérfana de 16 años adicta al ’crack’ (una droga derivada de la cocaína muy popular en las favelas brasileñas) fue traida a la Favela de Paz con otra joven prostituta y opera fuera de un garaje donde tiene relaciones sexuales con hasta 15 hombres al día.
“Casi todos mis clientes son de la construcción “, dice la niña. “Siempre pagan, pero no siempre me tratan bien”, confesó.
“Pero, ¿qué puedo hacer? Mis padres están muertos, necesito dinero. Si no fuera por los hombres que trabajan en el estadio, no sé qué haría”, explica Thais.
“Mañana uno de ellos ha reservado un día entero en el hotel conmigo, será un buen día de trabajo para mí”, añadió.
Según Roper, la joven prostituta también espera tener “mucho trabajo con los aficionados al fútbol cuando empiece el Mundial”, a quienes planea cobrar 23 dólares, cuatro veces más que el precio actual.
Como parte de su actividad social destinada a combatir la prostitución infantil, Matt Roper también supervisa Meninadanca y Casa Rosada, dos organizaciones de caridad que tratan de sacar a las niñas prostitutas de las ’autopistas del infierno’ de Brasil.
“Ellas quieren ser alguien en la vida, pero lo que están viviendo ahora es una pesadilla”, comenta Roper.
El activista también señaló que las autoridades brasileñas no se apuran en tomar medidas contra la situación criminal y aún no se ha llevado a cabo ninguna operación policial adecuada.
Fuente:www.corriendolavoz.com.ar