Desde los orígenes de la “transición” hasta la aprobación de la Constitución, 1978, se ha idealizado el consenso entre las fuerzas políticas antifranquistas y franquistas en torno a la monarquía. A pesar de que en sus orígenes ideológicos ni los socialistas, ni los comunistas ni los nacionalistas eran monárquicos sino republicanos. A pesar de que la izquierda se negó restaurar la Monarquía, fue en torno a ésta que aceptó el pacto constitucional en una forma de gobierno de monarquía parlamentaria.
El consenso como el contrato es condición necesaria para que una constitución y la forma de gobierno que contenga sean aceptadas por todos. Al menos mientras las fuerzas políticas contratantes no se desvinculen del compromiso que en un momento histórico era necesario pero que, pasado ese tiempo, ya no es necesario como espacio político para seguir sosteniendo la constitución. Estas evolucionan, inevitablemente, en función de la correlación de fuerza que exista entre las fuerzas políticas.
Nos encontramos, en este tiempo político radicalmente diferente al de la transición, en una situación de transición y consolidación o no de la forma monárquica de gobierno. Y la “cuestión nacional” sin resolver. A diferencia de entonces, hoy la derecha católica se ha quedado objetivamente sola para sostener la corona. Si el PSOE se une a esa soledad habrá perdido una oportunidad histórica de reconciliarse con sus orígenes ideológicos y de clase. Si se aleja de su pasado y se alía con esta derecha clerical, imitando el ejemplo de la socialdemocracia alemana que, en 1919, aliada al ejército prusiano, asesinó a su ala izquierda, los espartaquistas, habrá cantado su “réquiem” como fuerza política determinante en lo que quede de España.
Asociado al PP, será atrapado en un abrazo que lo asfixiará, hasta dejarlo sin respiración. A partir de ese momento PP/PSOE serán, ya, inconfundiblemente la misma cosa. Y no habrán resuelto la situación de transición en la que no sólo se encuentra la corona sino el Estado español en su conjunto. Juntos en un mismo abrazo tendrán que sostener la corona. Una corona, que nadie lo olvide, construida sin consenso entre las fuerzas políticas. El Rey siempre dijo que quería ser el rey de todos los españoles. Su heredero ¿podrá presumir de lo mismo?
Una corona que no nace del consenso ni del contrato entre las partes, las diferentes fuerzas políticas, ¿qué futuro podrá tener? Una corona sostenida por una parte es una corona no querida por la otra parte. Identificada con la derecha clerical cómo podrá pasearse por las calles sin estar protegida por el ejército. La gravedad de la situación no es una frivolidad. Una frivolidad es pretender legitimar la corona sobre el voto de los socialistas y populares y alguna otra menor fuerza política agonizante. Sobre ese voto, el 50 % del electorado y el 25% de todos los ciudadanos sería, en el mejor de los casos el único soporte popular con el que podrá contar la corona.
Siempre tendrán que gobernar en minoría contra el resto de las fuerzas políticas que son republicanas. El problema será el día que entre los dos no puedan ni si quiera gobernar contando con sus propias fuerzas. ¿Qué ocurrirá entonces si un parlamento republicano se niega a gobernar en una forma monárquica de gobierno?
¿Qué fundamento de legitimidad tendrá la monarquía si sobre el consenso no se sostiene? ¿Acaso no fue este su único fundamento de legitimidad? Pero los problemas no terminarán aquí. En un contexto social en el que hay cinco millones de parados, miles de desahuciados, con las pensiones a la baja, los sueldos en caída, los jóvenes sin ninguna posibilidad real de dejar de ser los parados del futuro pero con veinte años y sin estar atrapados por el sistema, con millones de mujeres dispuestas a defender su derecho a decidir ellas sobre su propio cuerpo y no la Santa Madre Iglesia, todopoderosa gracias a este clerical gobierno, con setecientos mil pequeños empresarios pauperizados y proletarizados…etc…
En este contexto social qué apoyo electoral piensan PP/PSOE que van a tener. Y el problema del nacionalismo catalán, y luego vendrá el vasco, cómo piensan solucionarlo. ¿Saben que no tiene solución? ¿Aún no han entendido que la “cuestión catalana” sólo tiene una salida: la independencia?¿Cómo piensan solucionar tantos problemas, sociales, monárquico, nacionalista?
Sencillamente, no pueden. El recurso al ejército nos pondría ante una vuelta al pasado. Y no sólo no resolvería la situación sino que condenaría definitivamente a la monarquía por estar apoyada por el Ejército y elevaría la “cuestión catalana” a problema internacional. Que no lo olviden. Ellos, gran paradoja, elevarán a Cataluña a la categoría de nación, reconocida por las simpatías internacionales, en respuesta a un gesto de agresión militar.
Ni militarización, ni la sacralización de la sociedad serán capaces, nunca, de resolver estos problemas. Estaremos dando vueltas, como Sísifo, sobre nuestras contradicciones hasta que no cojamos el toro por los cuernos y aceptemos que la realidad es eso que tenemos en frente: millones de parados, un Estado de bienestar en quiebra, una forma de gobierno monárquica no aceptada por la mayoría, un deseo de independencia de la comunidad política catalana…
Javier Fisac Seco es historiador, caricaturista y analista político, creador artístico