Cada vez que Pablo Iglesias dice la palabra mágica, “casta”, se les muere un gatito a los hijos de González Pons, a José María Aznar se le afloja un abdominal, a Rubalcaba se le acerca un afiliado que le exige primarias, a Cañete le explota una venilla de los mofletes, a Ignacio González le sale una gotera en el ático de Marbella, a Felipe González no le reconoce un camarero y a Cospedal se le aparece el Greco en diferido en la pantalla de plasma. El término “casta” define a la perfección la clase política española. Privilegios, prebendas, trapicheos, mamoneos, oportunismos, mentiras, puñaladas… Iglesias, el hombre que ha puesto patas arriba este sistema corrupto e injusto con cuatro obviedades, utiliza esta palabra como si fuera el martillo de Thor: con una contundencia que aturde al político establecido, ese que lleva años en el poder o en la oposición, ese que sueña con retirarse como consejero o asesor externo en una empresa privada, ese que ha consentido que este país tenga seis millones de parados.
Para compensar ese “casta”, que les duele como una patada en los testículos, los políticos y sus periodistas a sueldo han puesto en marcha la maquinaria de regurgitar basura. Filoetarra, antisistema, perroflauta, radical de izquierdas, lumpen, populista, Le Pen con coleta, demagogo, castrista y bolivariano… A Pablo Iglesias le han llamado de todo, incluso“lameculos maleducado” (el director de La Razón, Francisco Marhuenda). Herman Tertschha llegado a decir que “Iglesias nos trataría como su admirado Castro. Nos encarcelaría o mataría”. Alfonso Ussía arrancó su columna del miércoles en La Razón con la siguiente frase:“Ya eurodiputado, lo primero que tendría que hacer el Coletas es frecuentar más su lavado”. Y nada más y nada menos que Pedro Arriola, asesor del presidente del Gobierno Mariano Rajoy, ha llamado a Iglesias “friki”.
¿Un asesor de Rajoy? ¿Friki? Justo cuando escribo este post sobre la “casta” y el antisitema Iglesias se produce una noticia importante: Rafael Blasco Castany, ex conseller de siete carteras de la Generalitat Valenciana, hombre de confianza de Francisco Camps, ex diputado del PP y ex portavoz parlamentario del grupo popular, ha sido condenado a ocho años de cárcel y 20 de inhabilitación por delitos de malversación, prevaricación y falsedad en ayudas de cooperación al desarrollo.
¿Quién es el antisistema? ¿El político de la coleta, que viste en Alcampo y pide el aumento de las pensiones, el derecho a una vivienda digna, acabar con la privatización de los servicios públicos y terminar con los privilegios de la Banca y los grandes partidos políticos? ¿O el político de la corbata, que se apropió de los fondos destinados a proyectos de desarrollo en América Latina, Asia y África (niños enfermos de sida, terremoto de Haití, mujeres violadas…)?
“Casta”. Es normal que les salgan sarpullidos cuando les llaman por su nombre.
Javier Pérez de Albéniz
Fuente: www.cuartopoder.com