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Evolución, revolución, progreso

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La idea de ayer, sigue siendo válida para hoy, en cuanto que los problemas de la clase trabajadora de ayer, son parecidos a los que hoy tenemos, además se cumplen los 135 años desde que el PSOE se fundó en Madrid y este acontecimiento merece un recuerdo entrañable.

Pablo Iglesias
Hoy recupero la idea que plasmaba en Nueva Tribuna el 17 de noviembre del pasado año, porque no creo que desentone y viene al pelo para estas fechas. La séptima acepción que el diccionario de la Real Academia de la Lengua —RAE— ofrece sobre el término evolución, es el de «Desarrollo o transformación de las ideas o de las teorías». La segunda sobre revolución: «Cambio violento en las instituciones políticas, económicas o sociales de una nación». Y de progreso: «Avance, adelanto, perfeccionamiento». Y a qué viene esto, os preguntareis; pues a los cambios ideológicos y de acción que se han producido en la historia del socialismo por estas latitudes.

El Partido Socialista Obrero Español (PSOE) —fue el segundo partido obrero que se creó en el mundo—, nació, como todo el movimiento socialista internacional, por los efectos sociales, políticos y económicos que se produjeron con la revolución industrial y especialmente por el surgimiento y desarrollo de la clase trabajadora. Desde 1879, mucho ha ocurrido, muchos avances, frustraciones y retrocesos, mucha lucha y sufrimiento, desde aquella comida fraternal entre 16 tipógrafos, cuatro médicos, un doctor en ciencias, dos joyeros, un marmolista y un zapatero.

La revolución industrial —en España a finales del Siglo XIX—, cambió la historia de la humanidad. Los desplazamientos masivos hacia las ciudades, buscando trabajo en las grandes fábricas, crearon barrios hacinados de población desarraigada. Millones de hombres, mujeres y niños, realizaban largas jornadas, por míseros jornales, en condiciones infrahumanas de salubridad y sin derechos. En este ambiente, de marginalidad, desigualdad y pobreza, es donde surge el socialismo, aspirando la emancipación de los trabajadores. Hoy debería seguir siendo un reto.

El modelo social injusto, quedaba dividido en dos clases desiguales y antagónicas; la burguesía y el proletariado. Unos pocos poseían todos los instrumentos de producción y se alzaba como clase dominante. La mayoría dominada, no poseía más que su fuerza vital para trabajar. Esta división de clases favorecía la nueva esclavitud, la miseria social, el envilecimiento intelectual y la dependencia política. Como siempre, los privilegios de la burguesía estaban garantizados por el poder político. El Sistema, protector del poder, situaba a la clase trabajadora bajo su dominio. Poco ha cambiado.

En esta situación histórica, el socialismo naciente, consideraba necesario, por justicia y razón, superar la desigualdad y el antagonismo entre una clase social y otra. Unos propusieron reformas, otros hicieron revoluciones. El PSOE de entonces declaraba como aspiración «La posesión del poder político por la clase trabajadora». Pretendía la transformación de la propiedad individual o corporativa de los instrumentos de trabajo, en propiedad colectiva, social o común; y la organización de la sociedad sobre la base de la federación económica, el usufructo de los instrumentos de trabajo por las colectividades obreras, en una sociedad que debería satisfacer las necesidades de los impedidos por edad o por padecimiento. En definitiva, propugnaba la abolición de todas las clases sociales y su conversión en una sola de trabajadores, dueños del fruto de su trabajo, libres, iguales, honrados e inteligentes.

Dando un salto en la historia del PSOE, larga y rica en debates sobre ideas, estrategias y objetivos, nos situamos en el Congreso de Suresnes (1974), donde comenzó otro cambio de orientación política e ideológica —tras la guerra y el exilio—, de la edad moderna del partido. Se acordó adaptar la idea y la acción a la lucha por la democracia y las libertades desde el interior. En el XVIII Congreso (1979), con aquel «hay que ser socialistas antes que marxistas» de Felipe González, continuó la revisión ideológica. Nueva imagen, nuevos métodos, nuevas formas de acción y abandono de algunos objetivos históricos, todo a petición de intereses internacionales. Fue durante la llamada Transición a la democracia, cuando se volvió a perder algún que otro principio ideológico y seña de identidad; ahora sin República y con monarquía.

Con los primeros gobiernos socialistas, todo fue diferente. Eliminada la lucha de clases como acción y aceptando la economía de mercado, se comenzó a construir el Estado de bienestar: educación para todos, sanidad universal, prestaciones y derechos sociales; cultura, inversiones, hospitales, carreteras,… Parecía que se podía convivir con el «capitalismo» en la construcción de un estado social democrático y de derecho. Pero poco a poco todo se fue frustrando y la evolución continuó. Lo prioritario fue la gestión. Bienestar con democracia, no era lo mismo que socialismo democrático. El capitalismo evolucionaba hacia la globalización y el socialismo se aparcaba en una tercera vía. Con Rodríguez Zapatero como secretario general, la ideología pareció relegada y su política de reformas dio pie a lo que luego haría la derecha.

El PSOE en la oposición dice ahora volver a la izquierda. «El PSOE ha vuelto. Tenemos un proyecto para España y Europa, un proyecto para salir de la crisis con solidaridad, con justicia, para cambiar la política la democracia, para hacerla más fuerte» decía su secretario general Pérez Rubalcaba, en el discurso que cerró la reciente Conferencia Política. Todo parece un acto de refundación, tras la actual travesía ideológica del desierto. «Somos el partido más importante de la izquierda, el único partido de la izquierda capaz de parar a la derecha desalmada» y presentó lo que vino en llamar «un nuevo proyecto socialista». Lo seguimos esperando. 

Hay que dar respuestas a la crisis económica y política que sufrimos; está siendo la excusa para que el PP ataque el bienestar de la gente y sus derechos. Pero se trata más de construir un proyecto, no solo capaz de convencer al conjunto de la sociedad, sino con propuestas transformadoras del modelo social imperante. Los partidos que representan las ideas de la izquierda de siempre, tienen que apostar, como mínimo, por recuperar el Estado del Bienestar fallido. «Por una democracia avanzada, abierta y de calidad, donde los espacios comunes, la Red como elemento de coparticipación y las políticas públicas nos impliquen como ciudadanía y el Estado sea un instrumento, elegido por el pueblo, para regular y redistribuir», decían los integrantes de la carta abierta al PSOE (NuevaTribuna.es). La transparencia en lo público y desde lo público, debe ser el eje que vertebre la relación de representantes y representados, de forma que se articule una participación más directa y activa, como un verdadero contrato electoral con el electorado. 

La línea ideológica del PSOE ha evolucionado, no siempre hacia adelante. En otros momentos propugnó la revolución social, también la contención, siempre progresando. Se han producido retrocesos significativos, alejándose de la realidad social y de las necesidades de la gente. Hay que retomar algunas viejas ideas y formas de acción abandonadas, actualizadas a la nueva realidad y construir el futuro en igualdad, solidaridad y justicia social, donde el poder sea del pueblo y para el pueblo. El poder económico sigue dominando a los de siempre; los problemas de los trabajadores y de las clases menos favorecidas de ayer, son los mismos que los padecemos hoy, los mismos.

Víctor Arrogante

En Twitter @caval100


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