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El campo de Mestalla en la memoria republicana

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El campo de Mestalla, en Valencia, es hoy para la mayoría de los españoles un estadio de fútbol donde se juegan grandes partidos entre los principales equipos de España, como el que tuvo lugar hace unos días entre el Real Madrid y el Club de Fútbol de Barcelona.  Pero, para la memoria republicana, Mestalla está estrechamente asociado al gran mitin pronunciado allí por Manuel Azaña el 26 de mayo de 1935.


Corrían tiempos difíciles para la República. El triunfo de las derechas encabezadas por la CEDA de Gil Robles en las elecciones de noviembre de 1933 había dado al traste con muchos de los logros y avances alcanzados en el primer bienio republicano-socialista. La tímida reforma agraria prevista por el anterior gobierno quedó sin aplicación y las enormes cantidades que éste había asignado a la educación fueron sustituidas por míseras partidas. A los jesuitas les fueron devueltas las propiedades que les habían sido confiscadas y el sector más antirrepublicano del ejército fue ostensiblemente favorecido,  con el nombramiento para cargos de gran responsabilidad de destacados jefes militares conocidos por su animosidad hacia la República.
Al propio tiempo se asiste a un recorte de las libertades, con leyes que daban poderes al gobierno para aplicar la censura y practicar detenciones preventivas. Aunque el estado de guerra decretado por el jefe del Gobierno, Lerroux, después de octubre de 1934, había sido sustituido por el “estado de alarma”, éste se prolongó durante todo 1935, con las consiguientes restricciones de las libertades públicas. Y, entretanto, los treinta mil prisioneros políticos hechos después de octubre de 1934 seguían en la cárcel.
Frente a esta situación catastrófica, se alza una voz con gran autoridad moral: la de Azaña. Podemos decir que 1935 fue para él el año de los grandes mítines: el de Mestalla, el 26 de mayo; el de Baracaldo (estadio de Lasesarre), el 14 de julio; y el del campo de Comillas (Madrid), el 25 de octubre. A todos ellos, Azaña arrastró a miles y miles de personas, dando lugar a las mayores concentraciones de multitudes de la historia de España hasta aquel momento.
60.000 asistentes al mítin de Azaña en Mestalla
El mitin de Mestalla concentró aproximadamente a unas 60.000 personas, muchas de ellas llegadas de fuera de Valencia. Diversas caravanas de automóviles salieron de Salamanca, Valladolid, La Coruña y otras provincias de España para asistir al mitin. De Alcalá de Henares, ciudad natal de Azaña, salió un autobús con afiliados de Izquierda Republicana, y de Sevilla partió a pie una Comisión para asistir al acto. Estaba previsto que el discurso se retransmitiera al Ateneo de Madrid por medio de la línea telefónica y altavoces, ya que contrariamente al deseo de los organizadores, no podía ser radiado.
A pesar de la fusión a principio de 1934 del Partido de Azaña, Acción Republicana, con los partidos de Marcelino Domingo y de Casares Quiroga, para constituir Izquierda Republicana, es evidente que el número de afiliados que acudieron a Mestalla no habría bastado para llenar aquel estadio. Pero allí había miles y miles de simpatizantes socialistas y anarquistas, para quienes Azaña era un referente, un elemento catalizador capaz de unir a todas las fuerzas de izquierda.
Lo que preconizaba Azaña era recuperar el programa del primer bienio, acelerar la puesta en marcha de una reforma agraria, promover una unión de las fuerzas liberales y de izquierdas y terminar con la corrupción y la represión imperantes en la etapa de Lerroux. Pronto otros pequeños partidos republicanos (los de Martínez Barrio y Sánchez Román) llegaron a un acuerdo básico para un programa de cooperación con Azaña. La necesidad de una unión de todas las fuerzas de izquierda iba imponiéndose entre capas cada vez más amplias de la población. Azaña sirvió de catalizador e impulsor del proceso unitario.
El Frente Popular
Paralelamente, la Internacional Comunista, en su VII Congreso celebrado en el verano de 1935, sentó las bases de un bloque unitario de toda la izquierda política y sindical para hacer frente al fascismo. Este bloque unitario se traduciría en un Frente Popular de todas las fuerzas democráticas, que los partidos comunistas de los países occidentales, incluido el Partido Comunista de España, hicieron suyo. Así, el PCE coincidía con los republicanos, encabezados por Azaña, en la necesidad de que todas las fuerzas antifascistas llegaran a un acuerdo político.
El 15 de enero de 1936 los partidos republicanos y los partidos socialista y comunista, unidos por el pacto del Frente Popular,constituyeron una alianza electoral sobre la base de un programa mínimo, que hacía sobre todo hincapié en una vuelta a la política del primer bienio, particularmente en la esfera de la educación y en el de la reforma agraria, cuya puesta en marcha se haría con mayor rapidez. Pero el punto que más movilizó a millones de personas a favor del Frente Popular fue la promesa de amnistía para los 30.000 presos políticos, que permanecían en las cárceles después de la revolución de octubre de 1934.
En todo este proceso unitario el mitin de Azaña en Mestalla representó un primer paso importante. Allí Azaña habló de reconquista del poder y de dar su sentido originario a la República, desnaturalizada por los gobiernos radical-cedistas. Se trataba de recuperar los auténticos valores republicanos, apelando para ello a las “muchedumbres republicanas”, que representaban dijo, “la mayoría del país”.
Creemos que “esas muchedumbres” siguen representando hoy también “la mayoría del país”. Pero son muchos aún los que no tienen conciencia de ello. Hoy, como ayer, también se necesita un elemento catalizador que impulse el proceso unitario de todas fuerzas progresistas y de izquierdas.
María Rosa de Madariaga, Historiadora.


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